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Israel Elejalde, en el papel de Ricardo III.
«Apaga el puto móvil»

«Apaga el puto móvil»

El actor Israel Elejalde fue ovacionado en Avilés a pesar de perder los nervios durante un monólogo: «Apaga el puto móvil», le gritó a un espectador

P. A. MARÍN ESTRADA

avilés.

Sábado, 15 de febrero 2020, 00:11

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Ricardo III, el inmortal personaje que Shakespeare tomó de la historia para hacerlo aún más real en la ficción literaria, volvía ayer a pisar las tablas del auditorio del Niemeyer nueve años después de haberlo hecho en la recordada función del malogrado Kevin Spacey y Sam Mendes. En este tiempo y en los más de cuatro siglos desde que el bardo inglés le diera vida en sus palabras, el retorcido duque de Gloucester parece haber cambiado tanto como el mundo y la buena noticia para los innumerables fans del villano por excelencia es que su personalidad -como la que siempre ha definido al mundo por su lado más oscuro- sigue siendo la misma, inmune al desaliento, para conseguir el poder y defenderlo con uñas y dientes.

Y si para ello hay que luchar contra los teléfonos, pues se hace. Porque en uno de los momento más intensos del parlamento final, Ricardo III, en medio de los versos de Shakespeare, gritó: «¡Apaga el puto móvil!». Tal parecía que formaba parte del espectáculo, pero en realidad un espectador le había despistado desde el patio de butacas. Y Elejalde lo explicó al final. «Tienen ustedes que disculparme por haber perdido los nervios en uno de los momentos más dramáticos, pero es que así no se puede trabajar, hay que acabar con eso», explicó para recibir una ovación casi tan grande como la que sonó cuando cayó el telón.

Y todo tuvo cierto sentido, porque Miguel del Arco y Antonio Riojano, autores de esta reescritura del clásico que dirige el primero, no solo lo han imaginado en nuestro inquietante siglo XXI, sino que han visto más allá y le han encontrado la vis cómica a la tragedia, un hallazgo sin duda tan afortunado como el corrosivo repaso a la realidad actual que ofrecen en la función. El protagonismo de Israel Elejalde y el trabajo de sus otros seis compañeros de reparto encarnan esas transgresoras intenciones con tal potencia y riqueza de recursos que durante las dos horas aproximadas de la pieza esta corre sola ante los ojos, los oídos y la mente de los espectadores como una vertiginosa locomotora que entre impacto e impacto es capaz de llevarlos a reflexionar sobre los evidentes parecidos con la realidad que sigue su curso fuera del teatro.

La interpretación de Elejalde por sí misma es una auténtica obra maestra de cómo explorar nuevos recovecos, incluidos los más insólitos, por donde no han ido los centenares de grandes actores que se han metido antes en la piel de la fértil máscara de Ricardo el tercero. Es cierto que en el panorama mundial del poder se le brindan unos cuantos modelos donde mirarse para ponerle rostro de hoy al impresentable arribista de Gloucester, pero el actor parece haber sondeado en lo que llevan dentro los Trump y compañía, esa bestia que todos los humanos llevamos ahí agazapada y que ellos exhiben por fuera. Las palabras son el hilo conductor entre esos gestos interiores y los que se expresan, aunque aquí no son fielmente las memorables de Shakespeare, sino las que se traducen al ahora sin temor al sacrilegio.

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