Un viaje entre el humor y la ternura
'Verano en diciembre' cautivó al público del Teatro Jovellanos, que rio y se emocionó con la historia de cinco mujeres con miedo a vivir
ANA RANERA
GIJÓN.
Domingo, 7 de marzo 2021, 02:09
'Verano en diciembre' puso ayer, sobre las tablas del Teatro Jovellanos, un relato que, más bien, fue un pedazo de vida. De las vidas ... de todos porque era imposible no encontrarse reflejado en alguna de las escenas que protagonizaron estas tres generaciones de mujeres distintas y reales que hicieron caminar al público entre la risa, a carcajadas, y la ternura.
Una abuela, una madre y sus tres hijas construyeron, con humor, la historia de tantas familias. Alrededor de una mesa, la demencia de la matriarca -interpretada magistralmente por Lola Cordón- fue una dosis de emoción para el respetable, que no pudo más que aplaudir la cruda realidad que encarnó con delicada ternura. Ella puso, sobre las tablas, el genio impotente de la decrepitud, las palabras que se repiten como un mantra y las canciones populares que vuelven a la memoria cuando ya no quedan recuerdos cercanos. Mientras tanto, su familia, inmersa en sus problemas, paraba por un momento para cuidarla, para mimarla y para resguardar su vejez del miedo.
Fue una historia de deseos, de secretos, de dolor y de ausencias y de presencias que, a veces, se vuelven insoportables. De mujeres que querrían tener otra vida y que saben que no son felices, pero que están paralizadas por un miedo que les impide atreverse a intentar una nueva ahora que todavía están tiempo. Esta obra fue como abrir la ventana de un hogar cualquiera y ver, escuchar y sentir cómo sus habitantes buscan desesperadamente aceptarse, quererse o, al menos, sobrellevarse.
Con situaciones del día a día y con frases que, alguna vez, dijimos todos, ellas fueron mostrando cómo la protección, a veces, se convierte en cárcel y cómo para ser libre no basta con tener la libertad, sino que hace falta quererla. El público las entendió y hasta las quiso, porque estas actrices hicieron imposible borrar la sonrisa a lo largo de la obra. Consiguieron que el espectador formara parte de su historia, tanto que se hacía inevitable sentir orgullo cuando ellas se daban cuenta de que aquello que vivían no era vida, de que les tocaba atreverse a probar cosas nuevas y a romper con el abrumador pasado.
Carmen, Alicia y Paloma -las tres hijas- fueron confesando sus secretos y haciéndose fuertes, tanto que prepararon sus alas para salir de esa casa que las oprimía y se fueron de allí, dispuestas a buscarse el calor en ese diciembre en el que llevaban instaladas toda su vida. Aunque, para lograrlo, necesitaron hablar desde las entrañas y querer mirar hacia adelante, después de tantos años ancladas en la nostalgia. Ellas decían que la clave «no es superar los miedos, es aprender a convivir con ellos», y en esas se quedaron, conviviendo.
Lo hicieron como lo hacemos todos. Se fueron a buscar el verano, dejaron la casa vacía con el teléfono sonando y la emoción sembrada en el patio de butacas, al imaginarlas volando. Se encendieron las luces y con ellas, llegó el aplauso que se hubiera hecho eterno. Fue una ovación contundente para agradecer a estas cinco mujeres ese canto a la vida que hicieron al mostrarla tal y como es: con miedos y con el valor para vencerlos.
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