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Así fue la primera etapa de la Vuelta en Asturias

Bennett gana en Oviedo un esprint accidentado que tira a Valverde y Pogacar en vísperas de la gran montaña asturiana

J. GÓMEZ PEÑA

OVIEDO.

Domingo, 8 de septiembre 2019, 01:47

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«La vida de un ciclista es como la de un soldado». La frase es del etíope Tsgabu Grmay, que ha dormido feliz en el 'Chateau La Roca', en Sancibrián, cerca de Santander y no muy lejos de San Vicente de la Barquera y de las arenas de Oyambre, donde está la salida. Grmay, dorsal 103 de la Vuelta, supo de noche que había sido padre de 'Mary'. «Ya la veré cuando acabe la carrera». Al finalizar la guerra. Soldado.

Desde las dunas de Oyambre se ven como telón de fondo los Picos de Europa. Agrandan este paisaje perfecto. Buen lugar para ser padre aunque sea a distancia. Consuelo para el guerrero en esta batalla por etapas que es la Vuelta. En la decimocuarta jornada cayeron bombas. Una. En el último kilómetro. Se besaron, rueda con rueda, un corredor del Mitchelton y otro del Education First. Dos bicicletas salieron volando. El grupo, voraz en busca del esprint, saltó en pedazos.

El esloveno Mezgec quedó conmocionado, con una clavícula en duda. Acabó en la ambulancia. A su compatriota Pogacar, tercero en la general, le corría un reguero de sangre del codo zurdo. El andaluz Cubero se dolía de la muñeca; la giraba para descartar fracturas. El líder, Roglic, también puso pie a tierra. Pero se libró del golpe. Valverde, en cambio, se sacudía el polvo del maillot arcoíris tras revolcarse en el suelo de Oviedo, donde ganó el sprint el irlandés Sam Bennett.

Como el tropiezo fue en el kilómetro final, las diferencias no cuentan en la clasificación. «Es que se veía venir», repetía Valverde. Tiene casi 40 años. Las intuye. «Había un repecho que podía cortar el grupo. Por eso todos queríamos estar delante», explicó. Le dio tiempo a frenar y amortiguar el impacto. «Me he caído casi en parado». Aun así, algo le molestaba en una muñeca. «Espero que no sea nada», deseó mientras a su lado, vendado, pasaba Cubedo. También confiaba en pasar una buena noche que remendara las heridas para «seguir adelante en esta guerra». Jerga bélica.

Así, bombardeado, fue el esprint en la habitualmente apacible Oviedo. Un sálvese quien pueda. Bennett supo de la caída de oídas. «La he escuchado detrás. Yo iba concentrado en lo mío». En ganar por segunda vez en esta Vuelta. Quiso sorprenderle el belga Van der Sande. Richeze y Bennett le mantuvieron a distancia, dejaron que se consumiera y le pisotearon. Bennett, que no deja de crecer como velocista, es un valor seguro. Por él había apostado el equipo Bora, que nunca permitió espacio para soñar a la fuga.

En esa escapada iban Vanhoucke, Pibernik, Puccio, Dillier, Rossetto y Rubio. Soldados de avanzadilla. Destinados a caer en el campo de batalla, que lucía espléndido en esta etapa sobre acantilados. En la playa desde donde partió la etapa aterrizó de urgencia en 1929 el 'Pájaro Amarillo', un avión que trataba de unir sin escalas Estados Unidos y París. No llegó por poco. Cayó en blando, en los arenales de Oyambre.

El pelotón, que ametralló a la fuga a cuatro kilómetros de Oviedo, cayó en duro. Cortó a Valverde, Pogacar y Quintana. Roglic evitó el golpe. Parece inmune. Ahora le toca afrontar la montaña asturiana. No la conoce. Se la han contado. «Dicen que la subida al Acebo es dura y que la Cubilla es como el Galibier. Bueno, espero que me vayan bien». Con dos minutos y medio de margen sobre Valverde y más de tres sobre Pogacar, López -afectado por problema gástricos- y Quintana, duerme tranquilo. «Me atacarán desde el inicio»» supone. «Estoy listo , como mi equipo», responde. Firme. Soldado acorazado.

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