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Fernando Hierro, en su primer entrenamiento con la selección. Efe
13 de junio de 2018, el día que explotó La Roja

13 de junio de 2018, el día que explotó La Roja

Crónica del estallido de la selección española a dos días de su debut en el Mundial de Rusia tras la intromisión del Real Madrid

Jon agiriano

Enviado especial a Krasnodar

Miércoles, 13 de junio 2018, 12:25

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Hay que destacar la fecha porque ya es historia del fútbol español. 13 de junio de 2018, víspera del comienzo del Mundial de Rusia. España, una de las grandes aspirantes al título, prescinde de su seleccionador a poco más de 48 horas de su debut. El motivo: su repentino fichaje por el Real Madrid, anunciado por el club blanco el día anterior en su pagina web. Hablamos de un terremoto de fuerza desconocida y destrozos imposibles todavía de cuantificar cuyo relato obliga a una cronología estricta y a dibujar con precisión el contexto en el que se produce.

12 de junio de 2018. La selección española trabaja en su cuartel general de Krasnodar. Todo parece tranquilo. En Madrid, a 4.693 kilómetros, Florentino Pérez y su director general, José Ángel Sánchez, buscan entrenador. Empiezan a estar nerviosos. Son demasiados días sin anunciar al nuevo inquilino del banquillo merengue, al sustituto de Zidane; un síntoma de debilidad ante los ojos del mundo que no pueden permitirse. Los principales candidatos le han fallado al Madrid. Se intenta hasta el final la opción de Pochettino, pero Daniel Levy, el presidente del Tottenham, es inflexible. El domingo por la noche dan por perdido al argentino y deciden activar la opción de Julen Lopetegui. Por muchas circunstancias, una de las últimas en su lista.

Ahora bien, en la casa blanca sabían que el guipuzcoano se había hecho un nombre en estos dos últimos años al frente de La Roja, que bebía los vientos por dirigir al Real Madrid y que tenía el apoyo de los jugadores madridistas de la selección, especialmente de Sergio Ramos e Isco. Hecho el contacto, José Ángel Sánchez no tardó nada en escuchar el sí del técnico de Asteasu. Para él fue como si se le abrieran las puertas del cielo. Existía un gran problema, sin embargo: el anuncio del fichaje, la bomba nuclear que harían estallar en la selección. No les importó. El Madrid quería hacerlo ya, sin preocuparse de las consecuencias. Tenían sus razones: no podían aguantar más de un mes sin anunciar a su nuevo entrenador y tampoco correr el riesgo de que la figura de Lopetegui se depreciara en exceso si España, por lo que fuese, se estrellaba en el Mundial. ¿Iban a fichar ellos a un perdedor?

Dicho y hecho. Poco antes de las cuatro de la tarde (hora española), el Real Madrid anuncia el fichaje. Luis Rubiales se había enterado cinco minutos antes, tras una llamada de Florentino Pérez. Estaba en Moscú, en el Congreso de la FIFA para elegir la sede del Mundial 2026. La noticia le dejó helado. Pidió al presidente del Madrid que no la hiciera pública todavía. Necesitaba tiempo para encajarla y reaccionar. Florentino no se lo concedió. Humillado, Rubiales tomó el primer avión para Krasnodar, poco antes de la diez de la noche.

Mientras tanto, en el cuartel general de la selección, el gabinete de prensa de la RFEF no era capaz de controlar el incendio. Su primera actuación fue un mensaje de su directora de comunicación, Marisa González, a una serie de periodistas con los que comparte un grupo de Whatsapp. Entre otras cosas, les aseguró que la Federación estaba enterada de los contactos del Madrid con Lopetegui. Era falso y fue rápidamente corregido. A Rubiales le había sentado como un tiro. El siguiente mensaje, ya a todos los medios, fue obra de Paloma Antoranz, la jefa de prensa. En un breve comunicado, informó que se había producido la «desvinculación» del seleccionador y que el Real Madrid pagaría su cláusula. Poco después, en otro mensaje, anunció una rueda de prensa para el día siguiente, a las diez y media (hora en Krasnodar), en la que estarían presentes Rubiales y Lopetegui.

«No podíamos mirar hacia otro lado»

13 de junio de 2018. Llegamos al día en el que explotó La Roja y sus cuitas dieron la vuelta al mundo. Si hace justo cuatro años (también un 13 de junio) fue por un aspecto deportivo -la dolorosa goleada encajada ante Holanda por 1-5-, este miércoles los temas extradeportivos arrollaron a la selección. La rueda de prensa se retrasó primero una hora y luego otra media más, noventa minutos; el tiempo reglamentario de un partido. Había razones para la demora. Y es que el presidente de la RFEF llevaba desde la noche anterior jugando él mismo un partido durísimo, uno que nunca hubiera pensado disputar. Se trataba de responder a la tremenda humillación que le había infligido Florentino Pérez ocultándole la negociación con Julen Lopetegui, comunicándole su fichaje cinco minutos antes de anunciarlo y despreciando su petición, su súplica más bien, de que no hiciera pública la noticia.

Luis Rubiales reaccionó con valentía. Aquello había sido una afrenta y como tal se la tomó. Tras el desayuno, se reunió con los jugadores. No le sorprendió que algunos, empezando por el capitán Sergio Ramos, defendieran a Lopetegui. Otros guardaron silencio. La sintonía con el técnico distaba mucho de ser unánime en el plantel y su fichaje por el Real Madrid había sentado mal a unos cuantos. Natural. El mismo jefe que les pedía concentración máxima, que solo pensaran en la selección y en nada más, había estado negociando en secreto su futuro personal. Rubiales escuchó a todos, a los futbolistas, a sus directivos y asesores, pero ya había tomado una decisión. Despedir a Lopetegui se había convertido para él en una cuestión de principios. «No me voy a traicionar a mí mismo», dijo. «No podíamos mirar hacia otro lado».

El máximo dirigente de la RFEF estaba muy afectado. Aun así fue elegante con Lopetegui -le agradeció los servicios prestados y lo calificó de entrenador 'top'-, y aguantó bien el tipo. En un primer momento, pidió a los periodistas comprensión y les anunció que el interrogatorio sería breve, cinco o seis preguntas. Luego fueron muchas más. Rubiales reconoció que la Federación y el propio equipo nacional quedaban en una situación «de tremenda debilidad». Pese a ello, se mostró convencido de que «con el tiempo eso nos hará más fuertes». Estaba previsto que Lopetegui saliera a dar explicaciones -de hecho, iba a comparecer con Rubiales-, pero prefirió guardar silencio. Este martes por la tarde se marchó de Krasnodar, dicen que triste, dolido quizá por su error de cálculo. Se había equivocado de lleno al suponer que Rubiales no tendría valor de echarle y se limitaría a hacer una componenda. Hablará este jueves en Madrid.

Rubiales no anunció por la mañana el nombre del nuevo seleccionador, de manera que, a dos días de un partido, España estuvo unas pocas horas sin entrenador, sumida en un paréntesis inquietante, en una especie de duda cuántica, como la del gato de Schrödinger. A primera hora de la tarde, poco después de que Sergio Ramos mandara al espacio un tuit hablando de unidad y compromiso, la RFEF anunció el nombramiento de Fernando Hierro.

Era lo esperado. En realidad, solo había otra opción, la de Albert Celades, el técnico de la sub21. Rubiales prefirió apostar por su director deportivo, un hombre de peso, sin experiencia en los banquillos -apenas una campaña en el Oviedo-, pero con ascendente sobre los jugadores por su condición de leyenda del fútbol español. Le acompañarán Julio Calero y Juan Carlos Martínez. Paradojas de la vida, ambos trabajaron con Lopetegui en el Oporto. El exinternacional Carlos Marchena tambien se incorporará a su staff. Hierro habló a las seis y media, hora de Krasnodar. Su discurso fue simple. Alabó a sus jugadores e insistió en una idea central. «Tenemos una gran oportunidad». Puede que sea el lema de la selección a partir de ahora. El actual - «Tenemos que hacer que ocurra»- habrá que jubilarlo teniendo en cuenta lo que ha ocurrido.

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