La siderurgia advierte de la desindustrialización de Europa y pide «un marco favorable a la inversión»
Eurofer, la Asociación Europea del Acero, alerta de que «no hay un argumento comercial claro» para los planes de descarbonización y que las ayudas son insuficientes
La Asociación Europea del Acero, Eurofer, en la que se integra Arcelor, pide a la Unión Europea que «en lugar de centrarse en un ... debate abstracto sobre la fijación de objetivos», busque «un enfoque concreto de resolución de problemas que proporcione urgentemente un marco favorable a la inversión con energía asequible y un campo de juego internacional nivelado». Después de que la Comisión actualizara el martes su propuesta de reducción de emisiones, que fijó en un descenso del 90% con respecto a 1990, el director general de esta organización sectorial, Axel Eggert, avisa de que esta meta puede «contribuir a la desindustrialización, socavando así la resiliencia y la autonomía estratégica de la UE».
Porque, aunque la siderurgia ha lanzado más de 60 proyectos verdes en el Viejo Continente, entre ellos el asturiano, recalca Eurofer que solo lograrán importantes reducciones de emisiones «si se apoyan de manera efectiva». «La industria del acero ya está desempeñando su papel, pero todavía no hay un argumento comercial claro para la transición y las inversiones siguen siendo preocupantemente bajas», advierte.
La patronal del acero reclama así «una política industrial ambiciosa que facilite un argumento comercial viable y sólido para la transición climática». Para lograr ese 90% de reducción que propone Bruselas, la mayor parte de la industria básica del continente tendrá que descarbonizarse, con las inversiones en las plantas que se necesitarán, además de desarrollos tecnológicos y el despliegue de renovables asociado.
Como ejemplo, la siderurgia por sí sola requerirá en este proceso el equivalente al consumo total de electricidad actual de Francia. «La ambición climática debe lograrse a través de la innovación y las inversiones en Europa en lugar de la desindustrialización. La legislación necesita controles y contrapesos para verificar que esto sea así», apunta Eggert, que pide también identificar la forma en la que las empresas pueden asumir esa transición «teniendo en cuenta la competitividad internacional». Porque todo esto tiene lugar en un contexto económico y geopolítico particularmente severo, donde el liderazgo industrial europeo se ve socavado por los altos precios de la energía, la desaceleración de la economía, cuellos de botella en las cadenas de valor y la falta de un mercado global en igualdad de condiciones.
Lo cierto es que la mayoría de proyectos de descarbonización presentados en la UE en los últimos tres años no han llegado a ponerse en marcha aún. Frente a la rapidez con la que Arcelor inició las obras de su plan verde en su factoría de Dofasco, en Canadá, anunciado prácticamente a la par que el asturiano, en Europa el proceso está siendo mucho más lento. En parte, por la parsimonia con la que la Unión Europea está analizando y negociando los expedientes de las subvenciones, pero también por las dudas que tiene la multinacional sobre el abastecimiento de hidrógeno y los costes asociados. Como ejemplo, a pesar de que la mayor parte de los planes de Arcelor se presentaron en 2021, la autorización de Bruselas para la ayuda de 460 millones de euros a las factorías asturianas -que el Gobierno redujo a 450- tardó más de año y medio en llegar, hasta febrero de 2023, y fue la primera. En Bélgica, para Gante, se obtuvo en junio, por 280 millones; en Francia tuvieron que esperar aún hasta julio para recibir el visto bueno de la Unión Europea, en este caso por unos 850 millones, y en Alemania siguen aguardando. Como informó este periódico, el Ejecutivo germano asegura que la aprobación oficial es inminente. Su Administración está dispuesta a inyectar 1.300 millones para abordar la transformación de las plantas de Bremen y Eisenhüttenstadt. De momento, ningún proyecto se está ejecutando.
Acuerdos con energéticas
El coste del suministro energético es clave. En el país galo la multinacional ha firmado un acuerdo con la estatal EDF para abastecerse de electricidad baja en carbono -nuclear- a largo plazo y a un coste competitivo. Mientras, en Alemania, suscribió ya en 2022 un memorando de entendimiento con RWE para trabajar juntos en el desarrollo, la construcción y la explotación de parques eólicos marinos e instalaciones de hidrógeno. En España, el proyecto de HyDeal para producir hidrógeno en Castilla y León y canalizarlo hasta Asturias no avanza al ritmo deseado y se ha encontrado con graves problemas.
En este contexto, Eurofer considera «imperativo cerrar la brecha competitiva de Europa, garantizando el acceso a electricidad limpia y asequible y a hidrógeno en cantidades sin precedentes, así como a las materias primas y secundarias necesarias». También recalca que la experiencia hasta ahora indica que las medidas impulsadas por la UE son «insuficientes para desencadenar estas inversiones».
Y pide que se aceleren las infraestructuras energéticas que se requieren, se otorgue más ayuda para los gastos de capital y de operación de las nuevas plantas y se fortalezcan los instrumentos políticos para garantizar una igualdad de condiciones real para las industrias de la UE. «Este es un momento decisivo para que la UE revierta los riesgos de desindustrialización y consolide su liderazgo tanto climático como industrial», recalca Eurofer.
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