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La ciencia estudia cuánto tarda en romperse una galleta Oreo al mojarse en leche

La ciencia se mete con las galletas Oreo

La galleta más vendida del mundo ha escrito una historia de récords

A. S. González

Oviedo

Sábado, 30 de abril 2022, 09:55

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La historia de las galletas Oreo, aunque como su color, tiene oscuros, es una historia de éxito, de récords imbatibles y grandes pasiones, de gula e identidad. De ciencia, incluso. El prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, conocido mundialmente por su acrónimo MIT, acaba de publicar un estudio sobre el tiempo en que tardan en romperse al bañarse en un bol de leche o el porqué de la distribución de su crema.

¿Qué lleva a una de las mejores universidades del mundo a mojarse investigando lo que podría ser simplemente un tentempié o una delicia a la hora del desayuno? Las Oreo no son unas galletas cualquiera. Son las galletas. Las más vendidas del mundo, esas que gozan de un Día Nacional en los Estados Unidos, aquellas que inspiran marcas a la hora de diseñar zapatillas deportivas, las que en una cata a ciegas prácticamente todo el mundo reconoce frente a sus copias y disponen de una calle en el mismísimo Nueva York.

Desde su creación en 1912, han vendido más de 450 mil millones de ejemplares. El 6 de marzo de hace 110 años se comercializó la primera en una tienda de Nueva Jersey localizada en la pequeña localidad de Hoboken, en el condado de Hudson. Se ofrecían a granel por 25 centavos, envueltas en papel dorado.

La idea no era nueva. La marca Hydrox las había sacado al mercado cuatro años antes pero sus rivales les comieron la tostada. Pronto, su distribución comenzó a crecer como la espuma. Su nombre entonces era Oreo Biscuit. En 1921, se transformó en Oreo Sandwich. Actualmente, se hacen llamar Oreo Chocolate Sandwich Cookie.

Decir Oreo basta para definirlas. A ellas y a todas esas galletas que tratan de emularlas pero que no son lo mismo. En 2009, 1.400 personas las probaron a ciegas. El 97% descubrió cuál era la original frente a su réplica. El evento, celebrado en España, se convirtió en el récord Guinness que más gente congregó en una cata a ciegas.

El formato del producto ha cambiado desde sus orígenes, pero no tanto. La fórmula ha mantenido su esencia en la versión clásica: dos galletas -71 por ciento de la mezcla- con la característica crema en su interior, que aporta el 29 por ciento restante. Al principio únicamente tenían la marca impresa en el centro. En 1924, se añadió un círculo alrededor. En 1952 sumaron los tréboles de cuatro hojas y una antena que imita el logotipo de la empresa National Biscuit Company (Nabisco), ahora subsidiaria de Mondelēz International.

Precisamente, su vinculación con este grupo llevó a Greenpeace a afirmar que el verdadero sabor del producto es el de la «deforestación», por el uso del aceite de palma. «Un pequeño bocado a una simple galleta pueda dejarnos en el paladar el retrogusto de la falta de responsabilidad empresarial», lamentaba el colectivo en 2018.

La más vendida del mundo

La galleta más vendida del mundo, con una producción anual de 40 mil millones de unidades, está presente en un centenar de países. A España llegó en 1995 y, desde entonces, su popularidad se ha elevado paulatinamente. Helados, tartas o batidos las incorporan como reclamo de suculencia.

Las versiones se suceden –doradas, de fresa, 'Red Velvet', con crema de cacahuete, limón, mora, coco, jengibre, sandía, limonada, calabaza, dulce de leche…- pero ninguna logra destronar a la versión primigenia. El ritual es siempre el mismo. Comienza separando con celo y atención ambas tapas, como quien desnuda a esa persona que quiere, para lamer con gusto la crema y mojar definitivamente en leche.

¿Y cuánto tarda en romperse una vez que alcanza el momento del baño? El MIT sale al rescate. Tras un minuto de exposición presenta «una pérdida estructural significativa». El reciente estudio no es el primero en adentrarse en el universo Oreo y, probablemente, no será el último. En 2013, una investigación de la Universidad de Connecticut concluyó que, al menos para los ratones, las galletas son tan adictivas como la cocaína. Ellas solas pueden activar más neuronas en el centro del placer del cerebro que algunos estupefacientes.

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