«No entiendo que a la hamburguesa se le llame comida basura»
Francisco Javier Álvarez atiende el negocio que abrió su suegro hace cuarenta años y presume de haber mantenido la esencia y el estilo
ROSA FUENTES
GIJÓN.
Martes, 13 de septiembre 2022, 01:19
En septiembre de 1982 José Luis Álvarez García abrió en la calle Muelle de Oriente, junto a los Jardines de la Reina, el Chopper Burguer, una hamburguesería que acaba de cumplir cuarenta años. Por aquel entonces, nadie apostaba por este establecimiento. No había acera por la que caminar y los coches «se metían hasta la puerta». Cinco años más tarde, su yerno, Francisco Javier Álvarez Sánchez, se hizo cargo del negocio y lo ha mantenido sin apenas hacer cambios. La misma barra, los azulejos y el suelo del primer día y solo algunos detalles nuevos, como vitrinas con botellas, pero, sobre todo, el mismo estilo de hamburguesa, dan vida a un local que se alza en el barrio, pese a las dificultades del momento.
Francisco presume de tener una clientela que abarca tres generaciones y de haberlos tratado desde que eran chavales hasta ahora, que ya son padres. Por eso no se reconoce en servir comida americana sino que habla de la suya como «una hamburguesería de barrio».
También se siente orgulloso de cada producto que pone en el plato. No entiende por qué a la hamburguesa se le llama «comida basura» cuando en realidad «hay otras muchas cosas que entran en esta etiqueta». Sí que asume que hubo un tiempo en el que no era un plato muy ensalzado, pero «a un chef se le ocurrió sacar una estilo gourmet y ahora ya están otra vez en auge». No obstante, su fama le precede y aunque «estas cosas me benefician bastante, yo me apaño bastante bien con el boca a boca», dice confiado. Por su afición a viajar, el logotipo de la hamburguesería ha recorrido más de cuarenta países, algunos de su mano y otros de las de los propios clientes a los que les da una bandera asturiana con el símbolo grabado para que la fotografíen allá por donde vayan.
Está contento con la clientela, de la que «no puedo decir más que maravillas, la verdad». No tiene ninguna queja porque son «muy comprensivos y esperan pacientes cuando toca. Cuando hay mucho jaleo, no ponen nunca ninguna pega», aplaude.
No sabe calcular las personas que han pasado este verano por su barra, pero estima la cifra en más de dos mil. Por primera vez en 35 años, la Noche de los Fuegos pidió perdón públicamente en las redes sociales, «porque a las once y cinco de la noche no podía servir a nadie más del volumen de pedidos que teníamos en la cocina, era impresionante e imposible cubrir todas las peticiones», asegura.
Solo dos modelos
Parece confiar en las claves de su éxito, porque responde rotundo que es imprescindible «tener siempre la misma hamburguesa, no cambiar». Eso le hace vender solo dos modelos de la misma, la más básica, con pepinillo, tomate, lechuga y cebolla, sin sal ni salsas. «El secreto también está en hacerlo todo al momento, no hay nada que se recaliente o que se tenga ya cocinado», manifiesta. Y tampoco necesita florituras. «Yo he probado hamburguesas de todo, de caimán, de cocodrilo o de lo que sea y a todas se les echa mucha salsa y eso enmascara lo que estás comiendo». Reconoce que en la actualidad «la publicidad manda», sobre todo «en las grandes cadenas», pero a él le funciona lo que digan los clientes», que son en los que confían a manos llenas.
La hamburguesería tiene horario de tarde, a partir de las siete, pero como dice ser «muy puntilloso», pasa las mañanas limpiando los filtros, la campana, el aceite, todo lo necesario para que el cliente lo encuentre «a su gusto», porque de él obtiene los mejores comentarios y las calificaciones públicas que le hacen bajar la persiana igual de satisfecho que la sube, allí donde espera jubilarse cuando toque.