Un heladero de Oviedo, a las puertas de la cima nacional
Jesús Valdés fue elegido junto a otros seis candidatos para para participar en el certamen Mejor Maestro Artesano Heladero de España, que finalmente quedó desierto
Nuevas ideas, muchos nervios, experiencia y profundo aprendizaje. Jesús Valdés, al frente de la emblemática heladería Diego Verdú tras tomar el relevo familiar, regresa a casa con un bagaje enriquecedor tras dos días de intensa locura, los que se prolongó el certamen Mejor Maestro Artesano Heladero de España.
Siete profesionales fueron los elegidos para participar en la primera edición de la competición sustituye a lo que antes se conocía como Campeonato de España de Heladería. La versión renovada es una prueba de aptitud que requiere a los profesionales alcanzar al menos el 80% del total de los puntos en juego. La exigencia es tan alta que el título quedó desierto.
Valdés sabía, solo en parte, a lo que se enfrentaban. Tres pruebas se conocían con antelación y otras tantas las descubrirían durante el certamen, con un formato similar al de Masterchef. Se preparó durante dos meses.
El primer reto parecía pensado al dedillo para él. Había que usar turrón de Jijona. Elaboró la propuesta convertida en santo y seña de su casa, acompañada de kalamansi -cítrico oriental- y un crujiente de coco con almendra.
Después, elaboró un vasito inspirado en una tabla de quesos asturianos con queso azul, Cueva Llonin y Rey Silo; el tradicional membrillo lo sustituyó por gel de kumquat e incorporó un crujiente de nuez pecana con miel. Se lo dio a probar al jurado, compuesto por Albert Roca, Albert Soler, Lluis Rivas, Adolfo Romero y Jordi Domingo, pero también a Jordi Roca, que pasó a visitar a los participantes: «¡Qué bueno!», expresó el que para muchos es el mejor repostero del mundo.
Las elaboraciones
La tercera exigencia fue una tarta helada, en su caso de chocolate, blanco y negro, acompañada de una salsa de almendra con yuzu. Hasta aquí, las certezas. Salían a escena las «cajas misteriosas», la primera de ellas, con un puré de albaricoque. En una hora y media, Jesús Valdés debía elaborar un polo. Lo bañó de chocolate con frambuesa e incorporó hierbabuena.
Llegó, entonces, el turno de elaborar un helado vegano a partir de vainillas de la India, Taití y México. Sin proteína. Todo un reto. La última caja le llevó a crear una propuesta que se ocupará un hueco en su oferta ovetense: helado de dulce leche con cerveza Guinnes y crujiente de Lotus. «Está de muerte», resume. Los polos de fruta también pujan por hacerse un sitio, bien en Milicias Nacionales, que reabrirá la próxima semana tras una reforma, o en la clásica tienda de Cimavilla.