El Día Internacional del Falafel pone el acento en las virtudes de un plato icónico
La receta, importada de Oriente Medio, integra proteína, es saludable, económica y puede comerse tiempo después de su cocinado
Los garbanzos reclaman, por lo general, remojo y puchero para revelarse tiernos y sabrosos pero no siempre. Al falafel, platillo típico del Oriente Medio cuyo encanto ha trascendido fronteras, le basta el baño de las esféricas legumbres, que ignoran el guiso. Crudos pero hidratados, se convierten en protagonista de esa suerte de croqueta vegetal convertida en alimento icónico de la cocina árabe.
Su arraigo es profundo, al igual que su popularidad, y hoy 18 de junio se celebra el Día Internacional de la receta, un plato tradicional en Israel, Palestina, Líbano, Egipcio o Yemén. Cada uno de ellos elabora la receta con sus particularidades pero siempre abundan las especias, que le dan su característico sabor.
El falafel tiene, a priori, todo para triunfar. Integra proteína, es saludable, económico y se puede comer frío lo que le convierte en candidato ideal para alegrar una comida frugal en la oficina o incluso sorprender en un tupper infantil de esos que se devoran a la hora del recreo entre pelotas y saltos a la goma.
Los crujientes bocados suelen disfrutarse envueltas en pan de pita y bañadas en diferentes salsas, de la de yogur especiada al tahini. En España, la proliferación de kebabs alimentó su consumo y en poco tiempo pasaron de receta ignota a recurrente bocado para los amantes de este tipo de locales.
La receta del falafel
El primer paso de la receta es una larga hidratación de los garbanzos –en Egipto los sustituyen por habas- que puede prolongarse entre 24 y 48 horas. Una vez secos, llega el momento de triturarlos para obtener una pasta arenosa que se juntará con el resultado de triturar cebolla, ajo, perejil, cilantro, levadura y las especias que el gusto demande.
La masa debe reposar durante al menos una hora bajo el velo de un paño para después convertirse, al contacto con las manos, en redondas esferas que deben aplastarse para adquirir su forma característica. Se rebozarán después, preferentemente en harina de garbanzos. Ya solo resta pasarlas por la sartén a fuego medio alto, escurrir el exceso de aceite y escoger una salsa para disfrutar en clave saludable.