Amada Álvarez: «Me preocupan las ganas de las que vendrán»
La líder del grupo de cocineras que lleva casi 25 años protegiendo la cocina tradicional asume la renovación
JESSICA M. PUGA
Jueves, 9 de septiembre 2021, 10:40
Alos ocho años, Amada Álvarez sustituyó a su madre en la cocina. Preparaba potaje para sí, su padre y su hermano de un año. Iba para maestra y lo es en cierta manera porque, dedicada a la hostelería desde muy joven, cofundó en 1997 el Club de Guisanderas de Asturias, el cual preside desde hace 22 años. Su labor como guardianas de la cocina tradicional las hacen protagonistas en FéminAs. No paran: el día 22 entregarán la Guisandera de Oro del año pasado al doctor Pocoví, profesor de Bioquímica en la Universidad de Zaragoza.
-¿Guisandera se nace o se hace?
-Se hace, pero hay que nacer con aptitud, aprendido no llega nadie. También tiene que tener claro que se acabó librar domingos y no laborables, yo llevo 35 años sin descansar un festivo y aquí estoy.
-El club va a cumplir 24 años, ¿tendría el mismo sentido empezar ahora?
-Totalmente. Trabajamos para dejar escrito y bien documentado lo que hay en Asturias. Cada año, sin nosotras, se perderían cosas.
-¿Y porque las artífices fueran mujeres cansadas de quedarse en casa mientras los hombres acaparaban focos?
-La alcaldesa de Gijón, Ana González, nos dijo que éramos las primeras feministas que salimos a reclamar nuestro sitio, yo respondí que no había sido nuestra pretensión para nada. Cuando establecimos el club rondábamos los 40 años, ya teníamos los hijos criados y si no salíamos más era por nuestra culpa, porque no dejábamos nuestro rol. Dicho esto, sí dimos visibilidad a que otras mujeres hiciesen lo mismo, con nosotras o no; puede que seamos precursoras en el feminismo, pero con trabajo, no con acciones que no vienen a cuento. Lo nuestro no se trató de pisar a nadie, sino de compartir; no quisimos atar a nuestros maridos, solo compartir el trabajo para poder salir ambos a reuniones y actividades. Si era necesario reestructurar los negocios, se hacía.
-¿Qué empezaron diciendo que harían?
-El club nació con la misión de recuperar esos platos tradicionales, pero sobre todo y sobre manera, teníamos la idea de juntarnos para hablar, distraernos, compartir lo que sabíamos e ir a comer a otros sitios. Sin secretos entre nosotras. Al principio, todas nuestras reuniones empezaban hablando cada una de su familia. Las que vinieron pretendiendo que fuésemos otra cosa, no lo lograron.
-¿Cómo hacen tantas voces para ir en equipo?
-Tener un buen estatuto es imprescindible en cualquier grupo. De vez en cuando echo alguna bronca al estilo cura, riño a las que acuden a las reuniones por las que no y, aunque siempre busco explicaciones a las faltas, sí que ha habido expulsiones por desidia. Y ojo cuando escribo en mayúsculas en el grupo de WhatsApp (Ríe).
-¿Le preocupa el relevo?
-Las que están dentro mirarán por ello, me preocupan las ganas de las que vendrán después. Las que llegaron detrás de las 13 fundadoras lo tuvieron hecho, les fue muy fácil. Es difícil que mires para lo que no te cuesta trabajo, pasa como con las herencias: uno la hace, otro la mantiene y el tercero la hunde. Pienso que el club puede tener ese fin, me da miedo y no me gustaría, pero...
-¿Cómo afecta a un estilo de cocina como la suya, tan local, que los pueblos se vacíen?
-Se están perdiendo las raíces. Formé parte del jurado que escogió Santa María del Puerto, en Somiedo, Pueblo Ejemplar por 15 familias que fueron a vivir ahí. Su problema no está en el dinero, sino en la calidad de vida que quieren para sus hijos, que tengan internet e instalaciones.