Restaurante El Cencerro
El Cencerro hace las delicias de los autóctonos, que valoran su cocina y su honestidad
Ya forma parte del paisaje gijonés. Aquella pareja de argentinos que arrancaron con discreción y ganas de evolucionar han dado paso a una madre, Viviana, y una hija, Julieta, que destilan verdad. Esta pequeña orquesta, que oficia en una taberna, de barrio, sí, pero ilustrada, está acompañada de un equipo de sala eficiente y agradable, que contribuye a redondear la experiencia.
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Restaurante El Cencerro
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Dirección Prendes Pando, 24. Gijón
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Contacto 984 391 567
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Precio sin bebida: 45 euros
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Descanso: Domingo y lunes.
Aquí no esperes pompa ni peloteo, pero sí sabor y naturalidad. No hay aires insípidos, pero sí combinaciones que no fallan. Comimos un mollete de panceta melosa rico, un arroz con plancton que ya es tradición de la casa, con un punto perfecto y un arroz de calidad, y finalizamos con una chuleta de inesperada procedencia, Finlandia, que cumplía las tres 't', tierna, tostada por fuera y tricolor por dentro.
He comido muchas veces en esta casa, y creo que aunque no le falta público y siempre hay ambiente cotiza infravalorada en la bolsa de la gastronomía asturiana. No está de moda, tiene una luz poco 'instagrameable', pero se come muy bien, y eso es lo más importante.
No te pierdas su calamar laminado y torrezno de sepia, el carpaccio de manitas de cerdo y el steak tartar con helado de mostaza. Suma 15 puntos sobre 20 posibles y ello supone tres Y de YANTAR.
A destacar
Lo mejor
Hay esfuerzo, hay afán de superación y hay honestidad. Todo ello unido a una humildad tremenda, en ocasiones igual excesiva. Espacio libre de egos, lo cual se agradece.
A mejorar
El lugar tiene autenticidad, pero quizás necesite ya un lavado de cara, una actualización de la decoración.
El plato
Bordan los lomos altos y bajos. Punto perfecto, buena grasa infiltrada y maduración adecuada, sin venderte motos innecesarias. Van rotando procedencias, vacas de Argentina, Japón, Finlandia, Holanda, Asturias, Galicia y Extremadura.
El lugar
No esperes gran cosa, una sencilla decoración en madera, un comedor largo que se estrecha conforme avanza y unas mesas altas junto a la barra. Mantel y servilletas de tela y recuerdos de lugares como Sacha o Viridiana, salvando las distancias.
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