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Amandino Díaz e Inés Rego, en la pulpería,con una página de 'Yantar' de hace 30 años«que nos llenó el local». JOSÉ SIMAL
Gijón

O Rincón Galego

Queda poco para que Amandino e Inés nos guisen su pulpo, su oreja, su lacón o sus cachelos con sones de feira y pandeirada: toca descansar

Sábado, 1 de junio 2024, 02:00

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Se jubilan. Inés tenía claro el hasta aquí. Amandino menos, que la casa de comidas propia tira mucho, pero no todos los hosteleros quieren anochecer a pie de obra. Y en este caso aún brilla el sol y quedan muchos años de descanso, de paseos, de nuevos horizontes, de sentarse a otras mesas para disfrutar platos y servicios ajenos. Cuatro décadas guisando y ofreciéndolo lo avalan y justifican.

O Rincón Galego

  • Dirección: Avenida de Schultz, 110 - Gijón

  • Teléfono: 984 29 19 45

  • Cocina y sala: Inés Rego Carballeira y Amandino Díaz Barcia

Ines, de Riotorto, y Amandino, de A Pontenova –dos localidades lucenses de la raya con Asturias, cuna de excelentes gallegos–, también excelentes gijoneses, se conocieron aquí, en esta villa de aluvión y convivencia que no sabe de procedencias ni pedigrís, y sí de bon vivants. Amandino gasta pocas palabras, pero su tono y su sonrisa sustituyen óptimamente la locuacidad. Además es capaz de multiplicarse cuando la clientela también lo hace con rapidez y eficacia sólo explicables por la física cuántica; una habilidad en sala que progresivamente escasea. Vino a la villa de Jovellanos para trabajar en la construcción, y tiempo después, aquí, conoció a su mujer. Juntos decidieron cambiar los ladrillos por las potas y sartenes, y después de trabajar en hostelerías ajenas y hacer cursillos, abrieron éste, su rincón humilde, de barrio y avenida, cálido y acogedor, auténtico sin disfraces ni disimulos. Los comienzos fueron difíciles. Inés ejerce la cocina de su madre, de su abuela, la que aprendió de niña en el bar-tienda familiar que surtía al pueblo. Y es la que viene dando hasta el cercano cierre, un antológico pulpo mitad dente y mitad suavidad (no tardarán en prohibirlo como animal de compañía), una incomparable oreja delicada de carne y sonora de cartílago, un lacón y un lomo convincentes, unos pimientos de Padrón que 'pican o non' enviciadores, unas croquetas caseras dictadas por el propio Breogán, un pastel de cabracho que lleva el especial punto de la casa, unos calamares a la romana suaves y crujientes, unos cachelos gruesos, mantecosos e imprescindibles –todo en raciones antiguas– y un ribeiro turbio, frío y 'da terra' que entra, escanciado en taza, con facilidad traidora (doy fe por el necesario regreso en taxi) y apropiada.

Hasta decidir el cierre, solían tocar esperas y hubo que poner un dispensador de números igual que el de las carnicerías o charcuterías de los supermercados; llévense tan evidente recuerdo de su éxito. Y sepan que tras el cierre, y la posterior apertura de un kebab (el hijo, profesional de tema ajeno, no desea las esclavitudes hosteleras, como tantos otros), les echaremos de menos por los muchos buenos momentos pasados bajo su techo pringando pan en aceite y pimentón.

Pulpo a feira

Para cuatro comensales.

1 pulpo de alrededor de 2 kilos de peso. Pimentón dulce o picante al gusto. Sal gruesa o en flor. Aceite de oliva extravirgen.

1. Descongelamos el pulpo al frío de la nevera.

2. Ponemos en una pota abundante agua a hervir con un casco de cebolla.

3. Cuando hierva le damos tres sustos (meter y sacar con cada nueva ebullición) más por tradición que por necesidad, dado que ahora se usan pulpos congelados; de otra forma, los frescos contraen y enrollan si no sus tentáculos.

4. Dejamos que cueza sobre cuarenta minutos.

5. Seguidamente debe reposar diez minutos fuera del fuego y dentro del agua con la pota tapada.

6. Lo sacamos y, con guantes o ya templado, lo troceamos en rodajas de (más o menos) medio centímetro cada una.

7. Colocamos éstas en un plato, o mejor un cuenco de madera, bien distribuidas rodaja a rodaja.

8. Las espolvoreamos con sal y pimentón, y bañamos generosamente con aceite de oliva extravirgen.

9. En compañía de unos cachelos, o patatas escachadas en trozos grandes y luego hervidas, es un plato de fiesta y alegría, pura feira.

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