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Fito Cabrales actuará este fin de semana en Asturias para presentar en directo 'Cada vez cadáver', el álbum que editó el año pasado. E. C.
Fito Cabrales: «Las canciones no tienen verdadero sentido hasta que se hacen repertorio»

Fito Cabrales: «Las canciones no tienen verdadero sentido hasta que se hacen repertorio»

El viernes y el sábado se sube al escenario del Palacio de Deportes de Gijón con la gira de'Cada vez cadáver'

M. F. Antuña

Gijón

Miércoles, 6 de abril 2022, 22:11

Vuelve a la carretera. Y está feliz y contento. Fito Cabrales (Bilbao, 1966) llega el viernes y el sábado al Palacio de los Deportes de Gijón recuperado del covid que le obligó a aplazar los bolos hace unas semanas y con ganas de música. 'Cada vez cadáver', su álbum editado el pasado año, se hace directo. Y se espera que acudan unas 5.000 personas a cada concierto.

–¿Cómo está de salud?

–Homologado. Perfecto.

–¿Lo pasó mal con el covid?

–Fue como una gripe, pero me cogió la garganta y me la rompió. Ya estoy recuperado del todo y haciendo la maleta.

–¿Con muchas ganas de gira?

–Como todas las bandas, como todo el mundo que tenía un proyecto paralizado, las ganas se han ido multiplicando. Dentro de que ya sabíamos que teníamos que ir esquivando balas, hemos podido recuperar los conciertos. Hemos tenido que posponer pero no perder bolos, que eso sí que fastidia.

–¿Cómo lleva ver al público enmascarado?

–Es curioso. No sé, pensé que iba a ser más shock, pero cuando estás arriba tocando estás en otro mundo, así que no noto demasiada diferencia. La música, el ambientazo, se sigue transmitiendo. En los pabellones se crea esa magia del rock and roll y hay muchísima energía.

–¿Pero rock y distancia social son antónimos de libro?

–Desde luego, la distancia social está reñida con el rock y con la civilización, somos lo que somos porque nos juntamos. Hay conciertos en que se agradece una silla y estar cerquita, que la gente no se distraiga mucho, pero el rock and roll no es solo unos tíos tocando, es la suma de unos tíos tocando y otros participando.

–¿Qué tiene esta gira que no tenían las anteriores?

–En primer lugar y a la cabeza de todo, lo que estamos comentando, que no sabíamos si podríamos tocar el resto de nuestras vidas. Poder subir al escenario después de lo que ha pasado la cultura es una celebración, incluso aunque no tuviéramos disco nuevo, en este caso, de 'Cada vez cadáver', del que tocamos ocho canciones. Pero es que, además, está Coki a la batería y nos acompaña toda la gira Morgan.

–¿Cómo cambia el álbum cuando se lleva al directo?

–Las canciones las amamos, las queremos, las hemos compuesto, llevan años en la cabeza, pero hasta que no las compartes, hasta que no son parte del repertorio, no tienen verdadero sentido. Nos tienen que acompañar y mezclarse con canciones más antiguas y ahí es cuando las adoptas y pasan a ser de verdad. Una canción cuando sale todavía no es nada, porque a la gente no le ha acompañado en sus viajes en coche, no se ha enamorado con ella, no le han pasado cosas. Siempre nos llevamos sorpresas; nunca sabes lo que va a gustar o qué canciones pueden funcionar mejor.

–¿O sea que después de tantos años no ha dado con el quid de la cuestión?

–Gracias a dios. Ni yo ni nadie. Si alguien dice que lo sabe es que está chalado. Hay canciones que tú las amas, que piensas que van a gustar y no funcionan. Y a la inversa. Eso es maravilloso. Pasa en la música y con cualquier forma de arte.

–Pero algo habrá aprendido. No será la misma su manera de componer.

–Pues es exactamente igual que cuando tenía 18 años. Todo lo demás ha cambiado una barbaridad, pero el germen es el mismo: sentarte con una guitarra, un bolígrafo y un papel. No hay otra. A partir de ahí, sí tengo la suerte de que todo ha cambiado muchísimo a mejor. Tengo una banda increíble que hace que la canción deje de ser un garabato. Pero yo sigo sentándome y que dios reparta suerte.

–¿Y reparte suerte?

–Últimamente hay que ponerle gafas. Lo digo por la guerra y todas estas movidas, la forma de hacer política con el miedo. En lo artístico, hay gente con muchísimo talento que todo lo que hace sería merecedor de los mayores honores, en mi caso es todo trabajo, me cuesta muchísimo hacer cualquier cosa, es cabezonería. Es fácil pensar que el 90% de lo que escribo es una mierda y me quedo solo con lo bueno.

–¿Qué me voy a encontrar si miro su Spotify?

–No tengo Spotify, pero sí iTunes. Llevaré en el móvil 200 álbumes, pero soy un señor mayor y sigo comprando en formato físico. Aunque es una maravilla que lo que antes eran discos de importación ahora los tienes en dos segundos.

–¿Qué escucha?

–De todo. Si es negro me lo compro. Blues americano, inglés, todo lo que escuchaba con 16 años. Lo último que he comprado, Erick Gales, Billie Eilish...

–¿El universo reguetón /trap lo procesa?

–Sí, lo proceso. Bueno, el reguetón no, no lo puedo entender del todo, no porque piense que es malo. Si tú tienes un jeep y vas todos los días a la playa con la música a tope, sí, pero yo vivo en Bilbao y aquí el reguetón no pega ni con cola. En cambio el trap lo encuentro más atractivo, estaría cubriendo esa necesidad de la gente muy joven del punk, ese descaro, ese intentar molestar, que no le guste a tu padre.

–O sea, open mind.

–Sí, total. Pero si no tuviera la referencia de mis hijos no hubiera escuchado eso en mi puta vida... Es como la música clásica, si alguien no te lleva no vas.

–Ha grabado con Estopa, ha versionado a Drexler. ¿Qué le apetece? ¿Qué le falta?

–Muchísima gente. Todos tenemos referentes y con algunos he podido hacer cosas, como Rosendo. O Drexler, que me gustaría cantar con él, o Andrés Calamaro.

–Gijón, territorio cercano y territorio rockero.

–Estamos al lado. Todos somos cantábricos. La gente del norte podemos ir de Santiago a Irún y nos sentimos en casa. En Gijón nos encontramos muy a gusto. En Asturias hay una historia de rock envidiable: la cantidad de bares, bandas, festivales... Cuando vas a tocar a un sitio que tiene cierto poso se nota en el concierto.

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