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Rozalén lleva a los Grammy Latinos 2021 moda con sello asturiano
La cantante luce un vestido con dengue asturiano elaborado en un taller de Castrillón por Constantino Menéndez
La alfombra roja de los Grammy Latinos 2021 tuvo anoche su toque asturiano de la mano de la cantante Rozalén, que se enfundó un vestido rojo con mucha historia detrás. Obra de Constantino Menéndez, fue elaborado en un taller de Castrillón en el marco del proyecto «made by KÖs», que busca el desarrollo de propuestas de moda basadas en la indumentaria tradicional.
Por eso, el traje de la cantante en la gala más importante de la música latina tenía un sello inconfundiblemente asturiano. Incorporaba en la parte superior un dengue, prenda popular utilizada a mediados del siglo XIX y que es identitaria del traje femenino asturiano.
Menéndez, psicólogo que cose y confecciona por pasión, vincula raíz y vanguardia en sus trajes y basa sus diseños en patrones y ornamentos de prendas antiguas que estudia de manera minuciosa. El proceso de elaboración del vestido, compuesto de 30 piezas y que ha necesitado más de cien horas de trabajo para su elaboración, comenzó el pasado mes de octubre.
Rozalén sabía de Menéndez por las redes sociales. La popularidad de sus originales prendas tomó alas después de que Rodrigo Cuevas le descubriera y convirtiera en diseñador fetiche. El primer pantalón del diseñador castrillonense que lució el cantante se lo puso para acudir al programa 'Late Motiv' de Buenafuente.
A la intérprete de 'Girasoles' o 'La Puerta Violeta' también le interesaba armonizar vestuario y raíces. La sorpresa fue que eligiera un acto tan importante como los Grammy latinos para materalizar la colaboración. Constantino se puso manos a la obra.
Trabajaba en su minúsculo taller de Pillarno, donde todo eran bocetos, hasta que tomó los bártulos y se fue a casa de un amigo en Madrid. Allí conoció a Rozalén en persona -con quien ya había coincidido en un concierto en el Teatro de la Laboral junto a Marisa Valle Roso- y comenzaron las pruebas con tejidos.
La prenda final está confeccionada en raso color burdeos. Remarca el escote un bordado a mano realizado a punto de escapulario y flores realzadas en dos tonos de color violeta. Se trata de una fiel reproducción del que Ángeles 'De Los Dulces', abuela de la cantante, bordó con tanto mimo para su nieta en un corpiño perteneciente al traje regional de Letur.
El diseñador ha querido hacer con él un guiño a todas esas mujeres que mantienen viva la tradición y la sabiduría popula gracias a sus manos. De hecho, el vestido de Rozalén se elaboró con la ayuda de dos vecinas de su pueblo. Loli «La de Estrella», se encargó del bordado a mano y Mariluz «La del Molín», madre del diseñador, de los remates y acabados finales.
Siempre lo hace. Cuenta el diseñador que necesita que ella, con quien aprendió a coser, dé siempre unas puntadas a sus trabajos, una cuestión de seguridad personal más que de pragmatismo. «Es como mi ancla», describe. Nominado en dos ocasiones a los Premios Oh de las artes escénicas, no quiere renunciar a la parte lúdica de su trabajo, por eso vive de la psicología en lugar de las agujas.
Una reivindicación de «lo real»
De este modo, solo diseña lo que le gusta y aquello con lo que disfruta. Ahora le ha dado por bucear en la moda cortesana del siglo XVIII y le encantaría comenzar a experimentar con corpiños. La clave de su éxito, explica, es que es una «hormiga» trabajadora que no se corta las alas ni se limita.
De este modo, pasó de convertir los vestidos regionales que confeccionaba y que terminaron por aburrirle en prendas «para ir a tomar un café o incluso para lucir en la alfombra roja de los Grammy», bromea. Hace ya una década de sus primeros pinitos tuneando la tradición.
Ahora, siente «orgullo» de que al otro lado del charco, en la ceremonia más importante del mundo de la música latina, haya habido un guiño a Asturias y a uno de sus pequeños y remotos pueblos. También lo encuentra divertido.
Que en un ambiente «tan edulcorado y artificial» como estas galas luzca un vestido elaborado en un diminuto taller con la ayuda de una madre y una vecina es cuanto menos, curioso. Sobre todo cuando reivindica, acaso sin pretenderlo, «lo real».