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Imagen del parque con los árboles ya cortados.

La zona infantil del parque pierde su bóveda vegetal

Lucía Ramos

Domingo, 22 de marzo 2015, 10:36

Dos simpáticas ardillas corretean por el parque de Isabel la Católica. Con sus característicos movimientos acelerados trepan por un eucalipto, se detienen, descienden y prueban ahora con un cedro. Tampoco les gusta y vuelven a bajar al suelo. Incapaces de estar quietas un solo segundo, reanudan su carrera entre troncos derribados, ramas y tocones. «Estos días andan algo perdidas, las pobres. Es normal, yo vengo todas las tardes y no termino de acostumbrarme a este vacío», comenta un señor mayor que pasa junto a la fuente en honor a Fleming. «Será por seguridad, sí, pero el cambio que pegó el parque es brutal», le responde su acompañante.

La tala de los 37 enormes chopos considerados peligrosos por el mal estado de salud que presentaban centra la mayoría de las conversaciones de quienes aprovechan el fin de semana para disfrutar del emblemático parque gijonés. No es para menos. El cambio que ha experimentado la zona verde es, parafraseando al paseante, «brutal», sobre todo en la zona de juegos infantiles. Gran parte de los edificios de la avenida Torcuato Fernández Miranda, por ejemplo, son ahora perfectamente visibles desde el parque, cosa que no sucedía desde hace décadas.

La masiva tala, enmarcada en los trabajos del plan integral de reforma del parque, recuerda demasiado a la polémica eliminación de otros 49 chopos de la calle de Jesús Revuelta llevada a cabo por operarios de Emulsa recientemente. Pese a la férrea oposición de algunos de los vecinos de la zona, a quienes apoyaron partidos políticos como IU, y de grupos ecologistas, que defendían que los árboles se encontraban en perfecto estado, el Ayuntamiento no dio marcha atrás. Los técnicos señalaban en su informe que los hongos y otras enfermedades dejaron huecos los troncos de los chopos y existía un elevado riesgo de caída.

El plan que desde hace más de un mes está llevando a cabo la empresa Gruporaga, con un presupuesto de 400.000 euros, afecta además a los servicios públicos, que ya están siendo reformados, a las rosaledas, al mobiliario urbano y al alumbrado. También se derribarán dos pequeñas estructuras en la parte trasera del Parador y se plantarán nuevas especies arbóreas para recuperar la desaparecida bóveda vegetal.

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