El gran chigre de Poniente
El arenal gijonés congregó ayer a 8.564 escanciadores que, botella y vaso en mano, volvieron a batir el récord de personas echando sidra de forma simultánea
IVÁN AVELLO
Sábado, 29 de agosto 2015, 02:06
Gijón lo consiguió otra vez. Una marea de escanciadores formada por 8.564 personas inundó ayer por la tarde la arena de Poniente, volviendo a batir el récord de personas escanciando sidra simultáneamente por decimosexto año consecutivo, algo casi impensable allá por 1999, cuando se congregaron poco más de de 2.000 personas y aquello solo parecía un juego.
Minutos antes de las 19 horas -casi media hora después de lo previsto- hordas de personas comenzaron a adentrarse en la playa con un vaso en una mano y una botella en la otra. Entre los primeros, la gijonesa Amor Bouzas, quien lleva cuatro años asistiendo y que, a pesar de llegar sola estaba segura de que no se aburriría: «Aquí somos todos uno, así que no hay problema ninguno». A su lado, el matrimonio formado por Laureano Almarza y Lucía Platero, de Madrid, que se encuentran pasando unos días en una ciudad de la que están enamorados. «Es la primera vez que venimos al récord de sidra y es algo muy guapo. Ojalá esto vaya a más». Aunque se animan a empinar la botella, confiesan entre risas que en esto del escanciar no tienen mucha puntería, «pero habrá que intentarlo». Que no sea por no probar.
Los más precabidos no dudaron en peregrinar al arenal con la casa a cuestas: mesas que en un abrir y cerrar de ojos se montaban solas -como si fueran un Transformer-, manteles con estampados vichy y también sillas, «para no cansar mientras esperamos, neñu». Y entre culín y culín, empanadas y empanadillas, bollos preñaos, choscos y lacones para matar el gusanillo. Y de postre, casadielles. «No se puede beber solo sidra. También hay que traer merienda para forrar bien y que no siente mal al estómago», explica Isabel Timón, extremeña afiancada en Gijón desde hace más de un lustro. Y como ella, cientos.
La playa fue pisada por gente de aquí y de allá, por forasteros y tambien por los de casa. Y, cómo no, por seguidores del Sporting, como el grupo formado por Reme, Pili, Amelia, Cristina y Marisa -de la charanga Kopa vino-, que ataviadas con una camiseta del conjunto rojiblanco esperaban la llegada del resto de la 'troupe'. «Cada año quedamos para venir todas iguales y este tocaba hacer un homenaje a nuestro equipo. Se lo merecen», afirma una de ellas. Entre los forasteros había sevillanos, gallegos, cántabros y algún que otro madrileño. También vascos, como Mikel Ocaña, de vacaciones en la ciudad junto a otros tres amigos. «Gijón es una ciudad preciosa y una actividad como esta es buenísima para seguir las tradiciones», explica a su llegada a la playa. Y entre ese maremágnum de personajes, alguna que otra listilla que decidió excusarse del trabajo para formar parte del récord y que al grito de «¡Ay madre!, dejé de trabayar pa venir a esto. ¡Si me ve el mi jefe me mata!» se perdía poco a poco entre la multitud, como una hormiga en un hormiguero. Como telón de fondo, la banda de gaitas Villa de Xixón repasando un repertorio típicamente asturiano: desde la 'Danza l'osu' a 'Xuanín de Mieres'.
Una hora después de abrir las puertas, ya eran 4.000 los que habían aportado su granito de arena a la causa. Luego, 4.600. Y 5.981. Y también 6.540. Mientras, como si se tratara de los niños de San Ildefonso cantando el 'Gordo' de Navidad, desde megafonía iban desmenuzando unas cifras que cada vez se acercaban más al objetivo. Y por fin, bien pasadas las 21 horas, 8.564. Y tras el clímax del momento, todos al unísono -que sino, no vale- y guiados desde lo más alto de Poniente, se pusieron en posición y comenzaron a empinar la botella. Tras ello, un 'Gijón del alma' coreado por miles de almas y un 'Asturias patria querida' para celebrar que la unión hace la fuerza, y que en Gijón de eso van sobrados.
Al inicio de la tarde eran muchos los miedosos de que no se batiera el récord: «Uy, es un poco difícil que se supere la gente del año pasado», decía alguno al inicio de la cola cuando las vallas aún no se habían abierto. «No home no, esto pa Gijón no ye na», replicaba otro. La cooperación, el compañerismo y las ganas de formar parte de la historia hicieron que un año más se repitiera. Son cosas de ese Gijón del alma.