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Áurea Suárez, en la plaza Mayor, respaldada por miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, tras el pleno de ayer.

Áurea fue la cara de los desahuciados

El banco se quedó con su piso, con el que había avalado la hipoteca de su hijo. Tras morir su marido, la plataforma logró que la dejaran seguir en él en régimen de usufructo

IVÁN VILLAR

Sábado, 30 de abril 2016, 03:04

A su llegada al salón de plenos apenas se hizo notar. Entró apoyada en su bastón y agarrada al brazo de Marisa, una de las activistas de la plataforma antidesahucios. Solo su camiseta verde daba pistas sobre su identidad. Era Áurea Suárez, una invitada de la PAH. Y como tal, ocupó el asiento que se le había reservado entre el público, en una discreta segunda fila. Pero iba a convertirse en protagonista.

Cuando todo el mundo, concejales incluidos, había ocupado su sitio, los ordenanzas municipales, vestidos con el traje tradicional de macero, abrieron paso a los galardonados hasta sus sillas, ubicadas en un lugar preferente. Sin embargo en el último momento Miguel Ángel García, portavoz de la plataforma antidesahucios, sorprendió a todos renunciando a ocupar ese asiento. Se acercó al lugar donde se encontraba Áurea y la ayudó a levantarse para que le sustituyera en el puesto de honor.

Fue durante el discurso de Mario Suárez cuando la Corporación conoció su historia, que pretendía representar a la de todas las personas que a lo largo de cinco años han recibido en Gijón el apoyo de la PAH.

Áurea Suárez tiene 84 años y es natural de Piedrahíta, en Ávila. Desde hace décadas vive en Gijón, donde estaba casada con Pedro Martínez, trabajador de Simago. Vive en El Llano, en un piso que el matrimonio acabó de pagar hace años. En 2006 su único hijo compró piso propio, para lo que suscribió una hipoteca avalado por sus padres. Entonces trabajaba como psicólogo clínico. Pero llegaron la crisis y el paro. En 2009, cuando le fue imposible seguir pagando las letras, y por recomendación del banco, optó por vender. Los ingresos que obtuvo por la operación, sin embargo, eran insuficientes para cubrir su deuda. Faltaban 40.000 euros. Y la entidad financiera recurrió a los avalistas.

Áurea y su marido Pedro tiraron de ahorros para, poco a poco, pagar la cantidad que les reclamaban. Cuando se acabó esa hucha, vendieron sus joyas. Incluso sus anillos de boda. Llegaron a devolver 12.000 euros, pero era insuficiente. Y el banco centró su atención en el piso del matrimonio.

Un día que paseaban junto al Centro Municipal de El Llano, vieron un cartel informando de las asambleas que celebra allí la PAH. Contactaron con ellos, les contaron su caso y comenzaron las gestiones y las movilizaciones, con continuas campañas en la sucursal. El objetivo, la condonación de la deuda. La lucha empezó en 2013. Por el camino, Pedro murió en 2014. No fue hasta después cuando se logró una solución. El banco se quedó con la vivienda, pero concedió un usufructo que permitirá a Áurea seguir en su casa mientras viva. Aunque ya no es suya.

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