Castiello contará con más vigilancia policial para garantizar la seguridad y frenar el botellón
Las fiestas arrancan hoy con el aviso de que se podrá exigir DNI a los jóvenes que quieran beber, mientras la zona rural aboga por romerías más pequeñas
GLORIA POMARADA
Miércoles, 28 de junio 2017, 01:35
Este fin de semana cinco barrios y parroquias estarán de fiesta y, cada uno, combate la amenaza del botellón con sus propias medidas. Castiello arranca hoy con un cartel que declara sus intenciones: acabar con la práctica, especialmente entre los menores. Su 'Misión Imposible' estará respaldada por una mayor presencia de fuerzas de seguridad y la advertencia de que «se podría pedir el carné (el DNI) a los menores si la Policía los ve bebiendo». «Tenemos que intentar por todos los medios que no haya ninguna desgracia, solo avisamos de que la ley se debe cumplir», señala el presidente de la sociedad de festejos, José Ramón Suárez.
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El fenómeno del botellón, extendido desde hace más de una década por las tradicionales fiestas de prau, se ha asentado de forma desigual en los distintos festejos que durante el verano alberga el concejo. La zona rural, con Cabueñes, Castiello y Mareo, además de Nuevo Roces en el área urbana, son los puntos más afectados por la práctica. «Está viniendo más el botellón a la zona rural, quizás porque el centro está más controlado por la Policía», señala el vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos Rurales Les Caseríes, Manuel González.
La entidad vecinal destaca que las fiestas «más problemáticas» son aquellas en las que confluyen dos elementos: cercanía al centro de la ciudad, que permite llegar a los más jóvenes por sus propios medios y cargados de bebida, y el imán de las orquestas de renombre. «Cada asociación tiene que matizar qué quiere de las fiestas, pero yo creo que deben ser para mantener las tradiciones», explica Soledad Lafuente, presidenta de la federación Les Caseríes y de Somió.
Su apuesta se basa en su propia experiencia como responsable de las fiestas de Somió. «Hace ocho años, cuando empezamos a ver el problema del botellón, dejamos de hacer la fiesta grande. Eran para el resto de Gijón, los vecinos casi no nos veíamos», relata. De un prau «de cien mil metros cuadrados» pasaron al reducido espacio frente a la iglesia, en la que «solo tenemos una barraca y una pequeña carpa. Y así vamos a seguir», afirma. «Si queremos unas fiestas de pueblo, lo más importante es no traer esas macroorquestas. Además de pagarlas, hay que sufrir las consecuencias de lo que traen consigo», añade Consuelo González, presidenta de la asociación de Cenero.
Problemas de dimensión
En Jove, Porceyo y el Polígono, con fiestas de menor tamaño, afrontan el fin de semana festivo con más calma. «El año pasado recuperamos las fiestas después de trece años. Hubo algo de botellón, pero poco. A la gente que venga con bebida se les pedirá que abandonen el prau», cuenta David García, responsable de la sociedad de festejos de Jove. El espacio del evento es de propiedad privada y está cercado por un muro con tres únicas entradas, sin control de acceso.
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En el Polígono, las fiestas también se celebrarán en un recinto cerrado, el patio del colegio Evaristo Valle. «No es una fiesta masificada, toda la bebida es a través de los bares. Afortunadamente, el botellón está controlado», explica el presidente vecinal Manuel Cañete. En Porceyo el problema es cosa de «dos pandillas pequeñas», apunta Marta Martínez, presidenta vecinal. «Las fiestas que van a sobrevivir al botellón y a la SGAE son las que organizan las comisiones de vecinos», dice.
«A mayor dimensión, mayores problemas», observa Adrián Arias, presidente de la FAV urbana. Atajar el consumo de alcohol, especialmente entre menores, «es un trabajo socioeducativo. No creo que sea cuestión de presencia policial», reflexiona.
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Desde esta noche y hasta el próximo domingo, 'macroverbenas' y fiestas de pueblo comprobarán los resultados de su modelo festivo.
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