Claudia, el tesón por salir adelante
La joven de 20 años, «risueña y cariñosa», llevaba años luchando para superar una grave depresión tras sufrir acoso escolar
Tolerar. Resistir. Soportar. Perseverar. Claudia se había refugiado en el arte marcial japonés ninjutsu, una forma de combate utilizada por los ninjas basada en la paciencia y el tesón. Virtudes que, según sus allegados, definían el carácter de la joven de 20 años que la tarde del viernes 28 de abril decidió quitarse la vida arrojándose desde el Cerro de Santa Catalina tras años sufriendo una grave depresión desencadenada, tal y como ella dejó por escrito en una carta de despedida, por el acoso escolar al que fue sometida en el colegio.
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El suicidio de Claudia González a la edad en la que tendría que estar bebiéndose la vida a sorbos ha vuelto a poner sobre la mesa el problema del acoso en las aulas y la salud mental de los jóvenes. «Lástima que en su corta edad, cuando su personalidad se estaba formando, un grupo de gente malintencionada le cortara las alas para seguir siendo ella misma y le anularan por completo su autoestima y su autoconfianza. Le hicieron sentirse inferior para siempre», dijo su madre durante el emotivo funeral, al que asistieron decenas de amigos de la chica. Porque Claudia no estaba sola, tenía muchos amigos y amigas que la acompañaban, que la intentaban ayudar a seguir adelante. «Siempre estaba ahí para nosotros, era muy buena persona, siempre anteponiendo el resto a ella misma, siempre dulce y con una sonrisa, incluso en sus peores momentos», explican sus amigos.
Su perra 'Danita' lleva inquieta desde que no está Claudia. Era su sombra, su fiel acompañante. Se sentaba a sus pies durante las horas que Claudia pintaba esas obras realistas que muchas veces protagonizaba la propia perra.
Los episodios de acoso escolar que ahora investigan la Policía Nacional y la Fiscalía se remontan a 2017, cuando la joven estudiaba en el colegio de La Asunción. Abandonó el centro educativo dos cursos después y acabó sus estudios en el IES La Laboral. Tuvo claro que quería estudiar en la Facultad de Psicología para ayudar a los demás, para orientarles en ese difícil camino de intentar superar una enfermedad mental y, sobre todo, para ser el hombro y la mano de las víctimas del acoso escolar.
«Luchaba con todas sus fuerzas para estudiar y sacarse la carrera, era muy perseverante y hacía esfuerzos titánicos para venir a clase y estar al día, pero era muy complicado con la enfermedad que tenía», comentaban sus compañeros durante el homenaje que el jueves le hicieron a las puertas de la facultad. Después de una temporada alejada de las aulas, en septiembre de este curso regresó a matricularse. Volvió a hacer gala de ese tesón por salir adelante que la caracterizaba. Pero otra vez la depresión le impidió desplegar sus alas. Se las cortó para siempre.
Claudia tenía padres, abuelos, un hermano que la adoraba, un novio que le acompañó en sus últimos días, amigos incondicionales y, sobre todo, una vida por delante. «Nadie se merece pasar por lo que ella pasó y no se puede permitir ni un solo caso más de acoso», considera su entorno. Será la Fiscalía la que investigue hasta el fondo el asunto y depure responsabilidades sobre las causas que llevaron a la joven a quitarse la vida arrojándose al mar Cantábrico.