Otro Antroxu más
Los carnavales se iniciaron en Gijón con gran concurrencia en las calles. Hubo farolillos de papel, tunas y oradores callejeros
Sábado, 11 de febrero 2023, 00:15
Hace un siglo no nos visitaba la Sardina en cada Antroxu, pero sí un personaje de lo más peculiar: el rey Momo. Acompañado de su ... cortejo en una auténtica cabalgata sin magos pero con mucha imaginación, en 1923 Momo llegó, aunque fingidamente, a bordo de un buque arribado al muelle local. A partir de entonces, todo fue juerga. «Medio Gijón invadió las calles por donde pasó la cabalgata», dijo EL COMERCIO de hace hoy cien años, que no tenía casi espacio para poder nombrar a todas las estudiantinas que ese día desfilaron por la ciudad. Una, la tuna Pelayo, «dirigida por el culto profesor y compositor don Luis Soria» y organizada por Eduardo Paraja, Joaquín Castelló y Miguel Laverdure; de Santander, y directos al Jovellanos, llegaron los tunos de 'La Tierruca', listos para el recital. Y aún se esperaban, para los días del carnaval, muchas más.
La ciudad vivía con pasión las fiestas, entre Begoña -que se animaba, al parecer, a partir de las cuatro de la tarde- y Corrida, más mañanera y lleno su paseo de «las bromas de las máscaras y mascarones». Más tarde, en Begoña, desfilaron aquel día los coches, adornados o no, y las carrozas; en pugna abierta con los disparos de confetti y serpentinas tirados desde las tribunas, donde había lleno total. «La mayoría de [las] allí instaladas quedaron abonadas ya estos días, prometiendo, por tanto, resultar animadísimo y agradable el paseo». A concurso irían al menos tres coches, inscritos ya en las oficinas municipales: el de caballos 'La Montería', de Pedro García; el automóvil «de señoritas colombinas de don Evaristo Fernández» y el de «señoritas de Ronda». «Comienzan hoy las pimpantes fiestas carnavalinas», anunciamos desde nuestras páginas ante la expectación popular de una 'montonera' de gijoneses, y de gijonesas, que ansiaban bailar con los ritmos de corales de nombres tan carnavaleros como «Los Tzínganos Piripitifláuticos». Y, como todo está permitido en días de Carnaval, también se esperaban como a agua de mayo a las máscaras, ora para hacer reír, ora para «indignar con sus indiscreciones mordaces». Solo por una vez.
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