Una Asturias la mar de dulce
Los rumores sobre la creación de una azucarera en Villaviciosa llegaron a nuestra portada. En Gijón la teníamos en Veriña
Fue llegar el rumor, boca a boca, de que en Villaviciosa se iba a instalar una fábrica de azúcar, y saltar la polémica. «No creo ... que se lleve a cabo el proyecto del que se habla», decía, en nuestra portada de hace 125 años, una «persona muy competente en asuntos industriales», como era presentada en ella. «Es, sencillamente, un absurdo industrial. Una fábrica de azúcar necesita indispensablemente estar enlazada a una vía férrea que pueda transportar no solo la primera materia, que constituye ella sola un movimiento de algunos centenares de toneladas diarias, sino que ha de dar salida por la misma vía a otras cantidades de residuos casi tan importantes en volumen como dicha primera materia, y es ridículo pretender que servicio tan enorme pueda hacerse por medio de carros, sobre todo en un país tan accidentado como este de Asturias».
Un 'spoiler': en Villaviciosa sí habría industria azucarera. Y eso a pesar de que, según decía nuestra «competente persona», los iniciadores de la idea «piensan que les bastará para su fábrica con la remolacha producida en dicho concejo y en los limítrofes, y eso demuestra un desconocimiento absoluto de lo que es dicha industria». Ejemplificábase su afirmación con el hecho de que en Veriña, donde se asentaba otra azucarera, la remolacha se traía desde Gijón, pero también se la iba a buscar a Villaviciosa, Nava, Sariego, Mieres, Oviedo, Llanera, Muros, Gozón y más.
En Veriña, además, se gestionaban básculas de recepción en varias estaciones de ferrocarril, por lo que la comunicación no faltaba y, sin embargo, a veces la materia sí. «Y eso que el maximo de días de trabajo», contábamos, «no puede exceder de 90 o 100, porque la remolacha solo está en condiciones de ser trabajada durante los meses del otoño». Una industria difícil, aunque dulce, la del azúcar de remolacha al que nos vimos abocados a recurrir tras la pérdida colonial y que no duraría mucho tiempo. En una cosa no falló nuestra «persona competente» de hace 125 años: era un negocio engorroso. Solo Veriña -¿ven?- consiguió durar algunas décadas más... y también se acabó.
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