El cerdo, por las nubes
La demanda de carne de porcino desde Cuba, donde se utilizaba para embutidos, hizo aumentar su precio en los mercados gijoneses
Viernes, 3 de febrero 2023, 00:45
En los últimos coletazos de la guerra hispanocubana, la isla pedía, sobre todo, carne. Particularmente de ganado menor; de cerdo, aún mejor. Tal día como ... hoy, hace 125 años, EL COMERCIO así lo aseguraba en su información sobre las variaciones de precios en los productos de primera necesidad de los mercados gijoneses. «El ganado menor», leemos, «es más solicitado para las fábricas de embutidos, que hacen un consumo extraordinario por las exigencias de la exportación para Cuba». Tanto era así que los precios de la carne porcina permanecían en Asturias, donde, según decíamos, «continúa la matanza de cerdos en gran escala», más que en otras provincias.
Por ejemplo: «En el mercado del domingo día dos se vendió todo lo aceptable a precios remuneradores para el criador. Los cebones se vendieron a 14 pesetas la arroba en vivo, y las crías desde 25 a 40 pesetas la pareja». Téngase en cuenta que una arroba representaba 11 kilos y medio. «Las ventas son generales en todos los mercados de la provincia, y los precios, nivelados, variando solo en las diferencias de tarifas de derechos de consumo que representan en muchos concejos 32 céntimos por kilogramo en menos».
Así iban las cosas en cuanto a la carne que se podía encontrar en los mercados gijoneses hace 125 años. El público podía comprar, por ejemplo, y con precios por kilo, carne de vaca con hueso por 1,40 pesetas y por dos sin él; de ternera, por 1,60 y 2,20; tocino fresco por 1,50 o añejo por 1,75; el jamón curado, en piezas, por 4,50. Pero la carne fresca de cerdo ascendía a las 2,75 por kilo y a las dos pesetas el lomo. Andaba caro el gorrino y barata, al parecer, la sidra, que podía encontrarse en los mercados por no más de 15 céntimos la botella. Y el vino, a pesar de costar más, no dejaba de venderse bien, aumentando sus ventas con respecto a diciembre. Andaba por 45 céntimos la botella y aún así la gente lo prefería al zumo del país. Parecían buenos los tiempos porque, además, según decíamos, el clima estaba siendo «muy bueno para las sementeras, favorecidas por la humedad». Poco duraría. Era la calma antes de la pérdida colonial.
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