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Un grupo de comerciantes del barrio de La Calzada, ante uno de los negocios que avisa del cierre hasta nuevo aviso. ARNALDO GARCÍA
Los negocios de mi vida: La Calzada

«El cierre cambió la cara del barrio»

Dicen los comerciantes que el barrio cambió; las calles se vacían y hay quien busca las tiendas abiertas «solo para charlar un rato»

SUSANA D. TEJEDOR

GIJÓN.

Miércoles, 11 de noviembre 2020, 09:21

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«Estos días vendo, sobre todo, objetos para las cocinas y para reparaciones. Está claro que los vecinos ya están preparando su confinamiento». Lo asegura Isabel Valdavida, que regenta la ferretería Malumar's, un negocio abierto desde hace tres décadas y de los pocos que estos días pueden atender a la clientela. En La Calzada la vida ha cambiado. Dicen los comerciantes que la gente se retira pronto y a las seis de la tarde «empiezas a ver ya las calles vacías. Que cierre un solo bar o un comercio es duro, pero «cuando hay un cierre como este, cambia la vida y la cara del barrio».

Los que están cerrados viven en la «incertidumbre y los nervios» de qué va a pasar con sus negocios, como José Luis Berán que regenta el bar Oliva, desde hace siete años. Es un negocio de sus suegros, que lo abrieron en 1969. El decidió dejar su profesión de barnizador con la anterior crisis, «y ahora esto, y eso que yo no pago renta, pero siento una impotencia terrible».

Una prenda en todo el día

Más que impotencia sufre Manoli Suárez, que, junto a su marido, Manuel Cancio, abrió «con gran ilusión» su café Bar Córdoba, un guiño a la ciudad de sus orígenes. Fue el 15 de septiembre: «Medio mes pudimos abrir nada más. Además, mi madre murió de forma repentina el 30 de agosto, o sea, que abrimos con luto y así estamos de nuevo cerrados. Hemos invertido todos nuestros ahorros, tenemos que seguir». Y un pequeño mantón es el único artículo que le han llevado hasta la tintorería Meyfer en todo el día a su dueño. Manuel Méndez cree que «en estas condiciones no merece la pena ni abrir. Yo no abrí en la primera fase, porque si la gente no iba a trabajar, ¿quién se pone un traje? No hay comuniones, ni bodas». También se pregunta: «¿Cómo es posible que se consideren esenciales la estética y los tatuajes? No entiendo qué criterios se aplican. ¿Y los bares? Pero si están limpiando continuamente. No hay quien se aclare». Lleva 18 años al frente de un comercio que permanece en el barrio desde 1973.

«Vigilas a tus clientes»

Cinco años lleva Sara Montes al frente de Perfumería Montes y dice que en La Calzada «se nota que la gente se está autoconfinando, además, sin hostelería, la vida aquí es muy distinta». Mascarillas y geles hidroalcohólicos siguen siendo los productos más demandados.

De hostelería sabe mucho Iván Alonso, pero de lo que se debe hacer, «no sé nada, no hay quien se aclare, con tanto cambio e incertidumbre. Junto a su hermano, David, está al frente del Bar Orensana, un local de clientela fija a la que siente que tiene que «vigilar como si fuera un policía para que todo esté en orden». Se queja de que «a día de hoy no sé si puedo preparar café para llevar o no, no hay nadie que te ayude y las deudas se acumulan».

«En mi local solo entra una persona, tiene 30 metros cuadrados y disponemos de guantes, gel, de todo». Es el lamento de Rebeca Santos, que junto a su madre regenta Calzados Pili, abierto por su abuela hace más de 50 años. «Son absurdas las medidas que están tomando, un día una y otro día otra». Lo reafirma su progenitora, María Isabel García, que recogió el testigo de la fundadora hace dos décadas y ya vivió otra crisis. «A los dos años de hacerme cargo, vino la crisis de la construcción, que fue muy dura, pero no como esta».

Rosana Suárez tiene abierta su academia de estudios, pero eso no le hace sentirse mejor. «A raíz de la covid hicimos una inversión de más de 2.000 euros, sobre todo, para la regeneración del aire, pero todo el tejido empresarial está cerrado. Si los padres están con ERTES, en paro, con menos ingresos o trabajan en la hostelería, ¿cómo van a traer a sus hijos a nuestro centro?».

De todas estas dudas sabe mucho Gregorio Ibáñez, que desde hace cinco años atiende a muchos comerciantes del barrio desde su asesoría. «Antes venía a preguntarme cómo podían hacer crecer el negocio; ahora me preguntan las ayudas que pueden tener». Muy implicado en los problemas desde hace tiempo, ha creado una plataforma para apoyo a la hostelería y comerciantes y ayer echó a andar una plataforma para ayudar en la venta online». Pero el cierre está trayendo al barrio algo más que espacios vacíos. «El cliente necesita hablar. Muchos vienen por aquí para charlar un rato», dice Valdavida.

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