El coronavirus apaga a Adela Fuertes, la voz de la ciencia en el IES Padre Feijoo

Al coronavirus le acabará poniendo fin la ciencia, disciplina para la que María Adela Fuertes Miguélez sabía cómo ganar adeptos entre los estudiantes del Instituto de Educación Secundaria (IES) Padre Feijoo. Militante de la enseñanza, lograba interesar a los chicos por el trabajo en el laboratorio; era la que promovía excursiones y conferencias con las que cultivar la reflexión crítica, el ensayo y error, la investigación. Las clases podían terminar pero ella seguía enseñando, como voluntaria de la Cruz Roja, ayudando con los deberes a los niños que lo necesitaban.

El maldito virus se la llevó ayer a traición. A finales de octubre se había confinado, al saberse contacto estrecho de otro positivo, pero en los últimos días transmitió a sus cercanos que se encontraba mejor, que no se preocuparan. A sus 59 años, contaba con jubilarse a finales de este curso para echar más horas en la Cruz Roja, un plan que el esfuerzo de los sanitarios por controlar la covid no han conseguido salvar.

Deja desconsolados a su esposo, padres, y hermana, pero también a unos docentes, alumnos y voluntarios que no se podían creer ayer la noticia. La familia ruega una oración y comunicará la misma cuando la pandemia lo permita.

Vino al mundo en Mieres, dando una alegría a José y María, los padres que llegaron a la cuenca desde León y que, cuando ella contaba 10 años, decidieron seguir el rumbo norte. La segunda casa la encontró en Gijón, la ciudad en la que creció, enseñó y terminó sus días. Profesora de Ciencias del IES Feijoo desde 2009, ayer la jefa de estudios del Bachillerato nocturno, Cecilia Blanco Pascual, la recordaba como una compañera «discreta y reservada en lo personal, pero siempre afable con todos». En una carta escrita en su recuerdo, explicaba que la profesora Fuertes repartía su jornada entre el Bachillerato diurno y el nocturno. «Era precisamente en la tranquilidad de la tarde-noche donde ella decía encontrarse más a gusto y donde, desde su laboratorio -siempre podía una encontrarla allí-, ejerció una encomiable labor de enseñanza y divulgación científica con alumnos a los que no siempre es fácil llegar», reconocía.

En los últimos años gracias a su tesón los alumnos habían hecho salidas al Jardín Botánico, el Centro Oceanográfico de Gijón, además de asistido a conferencias del biólogo sueco Svante Pääbo (Premio Princesa de Investigación Científica en 2018) y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (Premio Príncipe en 1997). También fueron a sesiones del Pint of Science en el Toma 3 «y hasta a los vecinos cines Yelmo para ver algún documental».

Una anécdota. Al poco de llegar un alumno de Humanidades y Ciencias Sociales acudió al jefe de estudios para solicitar que en vez de Geografía le dejaran hacer Biología. Al decirle que el itinerario que había elegido lo impedía preguntó: «¿Y cómo puedo volver a ser alumno de Adela?».

Desde la Asociación de Madres y Padres de Alumnos se la reconocía como una mujer implicada, parte del consejo escolar y que «deja un gran vacío entre los que la conocieron».