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«La mujer en ningún momento se identificó ni se prestó a colaborar, nos gritaba que no tenía por qué decirnos su nombre y se negaba a acudir a la Comisaría, tal y como le decíamos que acabaría pasando si no se identificaba. Estuvimos con ella en el negocio durante unos veinte minutos y estaba muy alterada, ya nos recibió diciéndonos que 'menos mal que íbamos de una puta vez'». El relato de los dos agentes de la Policía Local de Gijón que hoy se sentaron en el banquillo de los acusados de la Sección Octava de la Audiencia Provincial por un presunto delito de detención ilegal a una mujer en el barrio de La Arena en 2022 relataron que fueron comisados desde la Sala del 092 «para acudir a identificar a una ciudadana que estaba colapsando la centralita llamando reiteradamente, y de forma muy mal educada, porque supuestamente le molestaban unas personas que estaban en la plaza de la Fábrica del Gas».
Los dos agentes se personaron en el centro de estética que la mujer regentaba en la calle Marqués de Urquijo (a unos 500 metros de la plaza de la Fábrica del Gas en cuestión) para proceder a identificarla ante las insistentes llamadas a la centralita «con formas denigrantes y burlonas» hacia los policías que le cogían el teléfono. «Nada más abrir la puerta nos dijo menos mal que íbamos de una puta vez y que además no tenía por qué identificarse. A partir de ahí se negó en banda y durante unos 20 minutos tratamos de que nos dijese el nombre y los apellidos por lo menos, pero no había manera, parecía que nos estaba grabando con un teléfono móvil y cuando, después de varios avisos, la detuvimos por desobediencia le pidió a otra mujer que estaba en el negocio que los grabase», relataron los agentes, para quien la fiscalía solicita tres años de prisión y ocho de inhabilitación profesional absoluta por una presunta detención ilegal durante uno de los muchos servicios rutinarios a los que ambos agentes se han enfrentado durante décadas de trabajo en la calle.
El relato que la denunciante aportó fue opuesto, aunque sí reconoció que se acabó poniendo muy nerviosa porque «me dan síncopes». «Llamé varias veces a la Policía Local porque había unas personas que venían a mi negocio a pedirme dinero, pero ni insulté a los agentes ni nada. Sobre las 11 de la mañana estaba en mi negocio cuando llamaron al timbre y fui a la puerta, nada más abrir vi a dos policías que dijeron mi nombre y preguntaron si era yo, al contestarles que sí, que era yo, no me dieron tiempo a nada más y se abalanzaron sobre mí para detenerme», dijo. A la pregunta de los abogados de por qué no les entregó el DNI, alegó que «porque estaba con las manos sucias de estar limando las uñas a una clienta».
Esa clienta en cuestión (en la fase de instrucción dijo que era su amiga) declaró como testigo, asegurando que la denunciante «sí les dijo su nombre varias veces a los policías» y que «grabó con su móvil porque ella lo pidió». Sin embargo, sobre el contenido del teléfono móvil que la Policía Nacional le pidió entregar, afirmó que «había borrados los vídeos porque un policía así me lo dijo, que mejor los borraba».
Declararon también varios de los policías locales que atendieron las llamadas en la sala del 092, coincidiendo al manifestar que «estaba muy alterada, no paraba de llamar, colapsando la centralita, y de burlarse de nosotros diciéndonos que claro, que no íbamos a solucionar el problema que tenía porque estaríamos tomando el café». «Después de numerosas llamadas se lo comunicamos al superior para que enviase a una patrulla para identificarla y proponerla para sanción», explicaron.
Unas de las pruebas aportadas en la causa es un vídeo de la mujer «en gran estado de agitación» dentro del vehículo policial gritándole al policía ahora acusado y diciéndole que «ella y su pareja eran abogados (no lo son) y que habría represalias». «Perdí la noción del tiempo porque me dio una crisis de ansiedad», explicó ella.
Los agentes acusados aseguraron que únicamente supieron su nombre y apellidos «cuando la llevamos al centro de salud y se lo dijo a la médica, después de negarse en un primer momento a facilitárselo también a ella para que nosotros no lo escuchásemos. Fue cuando la doctora le dijo que si no le decía cómo se llamaba no la podía atender, cuando por fin pudimos escuchar cómo se llamaba».
El juicio ha quedado visto para sentencia después de una intensa vista oral que se ha prolongado cinco horas.
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