Los ecos del magnicidio
La noticia del asesinato del presidente del gobierno llegó a Gijón un par de días después de ocurrir, generando una gran conmoción
Supimos la noticia al día siguiente de que un anarquista llamado Michele Angiolillo descerrajase tres tiros en la cabeza de quien era, a la sazón, ... presidente del gobierno. Los periódicos la publicaron un día más tarde. Y aún necesitamos otra jornada más para digerir que Antonio Cánovas, el ilustre Cánovas del Castillo, imprescindible de la vida pública española y responsable de la vuelta de los Borbones a España bajo la figura de Alfonso XII, se había muerto. Las razones del magnicidio -la represalia por la ejecución, en mayo y sin muchas garantías judiciales, de los anarquistas Ascheri, Mas, Molas, Nogués y Alsina- no sorprendieron en un sistema, el turnista, ya muy desacreditado, pero sí el deceso de un hombre que parecía inmortal.
«La muerte del señor Cánovas del Castillo representa una pérdida en extremo sensible para España, como reconocerán todos, sin duda alguna, cualesquiera que sean sus ideas políticas», afirmó EL COMERCIO unos días después del magnicidio. Debía dar en la diana, porque hasta el rival por antonomasia de Cánovas, el progresista Sagasta, afirmó que «tras la muerte de don Antonio, todos los políticos podemos llamarnos de tú».
La impresión también fue general aquí, en Asturias, donde, según se narró en nuestras páginas, la primera persona en conocer la luctuosa noticia fue Alejandro Pidal, por entonces presidente del Congreso. Si a Pidal le llegó la información «a la una de la tarde del día del suceso», el 8 de agosto, sin embargo, «por hallarse el telégrafo ocupado oficialmente, no se recibieron en Gijón más noticias hasta muy entrada la noche del mismo día». Pronto las banderas a media asta ondearon en todos los edificios públicos. «Además, la del Ayuntamiento ostentaba crespón negro», decíamos. «Asociándose al duelo nacional, también los consulados de todas las naciones representadas en Gijón tenían la bandera izada en igual forma, y del mismo modo todos los buques surtos en el puerto». «En su virtud», ordenó ese mismo día el alcalde, «los festejos que debían tener lugar en el día de hoy quedan suspendidos». Día de luto nacional.
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