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Estorninos sobre uno de los árboles que usan de dormidero en la Plazuela. ARNALDO GARCÍA

Los estorninos, que llegaron a alcanzar 80.000 ejemplares, se resisten a abandonar la ciudad

El parque de Isabel la Católica, la Plazuela, la calle Covadonga y el entorno de las Mil Quinientas albergan los principales dormideros

IVÁN VILLAR

GIJÓN.

Lunes, 22 de marzo 2021, 16:17

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Su vuelos en bandadas de cientos de ejemplares, a veces incluso miles, resultan hipnóticos. E imponentes sus formaciones en hilera a lo largo de decenas de metros del tendido de alta tensión. Pero cuando por la noche se refugian para descansar en la ciudad, los estorninos se convierten en un quebradero de cabeza. Aunque su paso es estacional, este año, señala la Concejalía de Medio Ambiente, aún se muestran reacios a abandonar Gijón, donde llegan a contarse hasta 80.000 ejemplares.

«A última hora de la tarde llegan muchísimos. Cualquier día tiran ese árbol abajo», bromea Silvia Fra, vecina de la calle Cataluña, en Pumarín, mientras señala un enorme pino, ya de por sí torcido, en una de las zonas verdes interiores de las Mil Quinientas y que casi alcanza en altura la undécima planta de la torre vecina. Añade que «los árboles con más ramas se llenan y también los que hay donde la pista deportiva (en la acera opuesta de Gaspar García Laviana)». Y aunque le preocupan más los excrementos de las gaviotas y la presencia de «ratas del tamaño de gatos» que estos pájaros, lamenta que «aquí no venga nadie, ni con sonidos ni con nada».

Jessica González apunta que «lo peor son las cagadas, se nota en los árboles que hay ya donde la calle Guipúzcoa». Y otra vecina del entorno añade que «a los coches que aparcan bajo los árboles junto al parque de la Urgisa los acribillan». Y acribilladas están las mamparas de la terraza de la sidrería Los Campinos en la calle Covadonga. Está bajo uno de los magnolios que los estorninos usan como dormidero y cuyas hojas están blancas de heces.

«Por las mañanas la calle huele fatal», lamenta Miguel Zapico, dueño de la vecina cafetería Morebeza. «Por suerte a primera hora ya está la gente de Emulsa limpiando y lo dejan bien, pero lo que ocurre aquí con los estorninos es brutal. El suelo hay momentos que ni se puede pasar y el cielo hay momentos que casi lo cubren de negro». Su terraza se libra por los pelos, pues las mesas de su establecimiento no llegan a acercarse a la copa del magnolio cercano. «Si estuviesen en este otro (señala a uno que sí se mete dentro de su terraza) ya hablaría con quien tuviese que hacerlo para que lo dejasen recortado, porque todos los años es la misma porquería».

Emulsa señala que, al ser un problema estacional que se va moviendo por la ciudad, son los responsables de cada local de trabajo «quienes mejor conocen este tipo de problemas», recurriendo cuando se considera necesario a un refuerzo de la limpieza con un vehículo eléctrico que realiza baldeos y aplica sustancias que ocultan el olor de los excrementos. «Uno de los puntos que se atiende a diario es la calle Covadonga», apunta.

Regreso al anochecer

Cada mañana, a primera hora, los estorninos abandonan el casco urbano en busca de comida. Y cuando se acerca la puesta del sol regresan a la ciudad. Y es en sus dormideros se centra el control de esta población, que el Ayuntamiento tiene encargado a la empresa Locus Avis. Realiza un conteo de estas aves, entre las que predomina el estornino pinto, con algún estornino negro. «Se mantiene una vigilancia semanal sobre los 25 dormideros más importantes catalogados de años anteriores», explica la concejalía, que añaden que «la entrada masiva de estorninos migrantes del norte y centro de Europa se detectó a principios de noviembre», momento en el que se inició el control intensivo.

La primera «entrada masiva» se produjo en Isabel la Católica, «contabilizándose alrededor de de 80.000 estorninos». Desde entonces se iniciaron las tareas para ahuyentarlos mediante sonidos de alarma (un operario recorre la zona a última hora de la tarde tratando de molestarles con el ruido) «y el uso de aves rapaces». Estas labores «dan lugar a dispersiones parciales hacia otras zonas o parques de la ciudad», y pronto la población se dividió en varios «bandos importantes» distribuidos entre las zonas verdes de la calle Puerto de Leitariegos, el parque de la Serena y la Plazuela y su entorno. Luego «las actuaciones consiguieron una importante reducción de las poblaciones, que se mantuvieron bajo control hasta la segunda quincena de diciembre».

En esa fecha, sin embargo, se produjo una nueva «entrada masiva» y también eligieron como dormideros «el entorno de Puerto de Leitariegos y la Serena», con presencia de otros grupos «de menor entidad en Isabel La Católica y la Plazuela». Pese a los trabajos de ahuyentamiento, se mostraron «resistentes a abandonar la ciudad», y en su lugar se dispersaron «hacia otros puntos y con fluctuaciones desde unos dormideros a otros», afectando a las calles Covadonga, Álava, Río Nalón y «en menor medida» la avenida de Portugal.

En enero se siguió actuando sobre los dormideros en los que ya se había intervenido en diciembre, «concentrándose las poblaciones principales en Isabel la Católica, la Plazuela, Covadonga, Murca y Álava», unas zonas donde «esta temporada se encuentra una alta resistencia a abandonar la ciudad».

En la última memoriadel Ayuntamiento, de la campaña 2018-2019, constaba un máximo de estorninos, en noviembre de 2018, de 32.100 ejemplares, bajando en febrero hasta los 3.300 y con 50 en marzo, una presencia anecdótica.

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