Los excesos de las máscaras
La celebración del Antroxu no siempre fue feliz. Varios incidentes en las fiestas de finales del siglo XIX alertaron a la opinión pública
Viernes, 17 de febrero 2023, 00:14
A don Carnal, seamos sinceros, como se le honra bien es siendo irreverente y contraviniendo lo establecido. Pero siempre hay quien sobrepasa las delgadas líneas ... rojas que existen entre la libertad -aunque esta sea temporal- y el libertinaje. Por ejemplo, en 1898. Tal día como hoy, pero de hace 125 años, advertíamos en EL COMERCIO de una serie de «actos verdaderamente salvajes» que, desde que habían arrancado las fiestas de Carnaval, sucedían a diario en la calle de Uría. Concretamente, «a la hora de ir las máscaras al baile de los Campos Elíseos». Sucedía, bien con el beneplácito, bien con la despreocupación de las autoridades, que varios granujas -«de ambos sexos», además- «a colocar grandes piedras en medio de las aceras».
Con todo el riesgo que eso podía suponer. La colocación de piedras o una variante de la gamberrada: que alguno de ellos se tendiera directamente en el suelo, usando su cuerpo como obstáculo para el paseo de los enmascarados y que estos, medio cegados por el uso del antifaz, se cayesen en la acera cuan largos eran. Aunque en esta particular gamberrada víctimas y victimarios se repartían las culpas (los unos por la ejecución de la tonta broma; los segundos, por el despiste), menos igualitario era que a los disfrazados se les arrojasen cuando sí piedras, cuando no, barro.
Ante todo esto, ¿qué hacía la autoridad? Poca cosa, a tenor de la crítica de EL COMERCIO. Y eso que la solución era tan sencilla como el que se mandase, de inmediato, algunos agentes «a la calle de Uría, a la hora que señalamos». Y, «cuando estos sorprendan a alguno de esos zulús cometiendo semejante salvajada, tratarlos también como salvajes, pues otra cosa no merecen quienes realizan tales hechos, impropios de un pueblo culto y civilizado». No sabemos si el tinglado obtuvo buen fin. Aquel era, a fin de cuentas, uno de tantos problemillas en una villa en la que también denunciamos, el mismo día, las misteriosas 'limpiezas' del cepillo de limosnas de la iglesia de la Consolación, ejecutadas por una mujer. Esta sí, anunciamos por entonces, había sido arrestada y dados sus huesos en el oscuro 'cuartón'. Algo sí que hacían los guardias.
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