Fastos para la reina Victoria
El vicecónsul británico en Gijón desplegó banderas, gallardetes, guirnaldas y lemas alusivos al jubileo de la monarca
Fue una monarca longeva. La reina Victoria ocupó el trono británico más de 60 años, desde 1837 hasta su muerte en 1901. Y esa larga ... vida bien merecía el soberbio homenaje que, llegado 1897, se le hizo, sobre todo -como es natural- en el Reino Unido, pero también en Gijón. Hasta aquí, en efecto, llegaron los fastos del jubileo de Victoria, a los que prestó especial atención EL COMERCIO. En este diario, hace hoy 125 años, se informaba, por ejemplo, de que la iniciativa había partido de William Pellington Macallister, a la sazón vicecónsul británico en nuestra villa, quien hizo «engalanar profusamente la fachada de la casa consulado conbanderas, gallardetes, guirnaldas de yedra y lemas alusivos al jubileo de la augusta soberana».
En los balcones principales de la misma, así, se consignaban dos fechas: «1837, año de advenimiento al trono de la ilustre señora, y 1897, en que celebra el 60 aniversario de su exaltación al poder supremo; en el balcón central del segundo piso se lee esta inscripción: 'God bles (sic) our Queen', que, traducido, dice así: 'Dios bendiga a nuestra reina'». Partía la modesta iniciativa del reclamo que en un periódico se había hecho, según se dijo, para que el jubileo llegase a todas las partes del mundo, ya que «en Inglaterra hay verdadera adoración por su soberana», se dice en EL COMERCIO. Y no sin cierto retintín, creemos, porque aquí, en España, no era tanta la que había por la reina regente, María Cristina, cuanto más a punto, como estábamos, de perder las colonias.
Afectuoso saludo
Sea como fuere, era día de fiesta «en todo el mundo donde ondee el pabellón británico, y de satisfacción para todos los buenos ingleses que conocen las raras dotes de sabiduría, de magnanimidad y de justicia que adornan a la preclara reina; y el grado de preponderancia comercial, colonial, marítima y científica que ha adquirido la nación inglesa bajo el próspero reinado de Su Majestad Británica». Ahora, EL COMERCIO enviaba a la colonia inglesa radicada en Gijón, «por conducto de su dignísimo representante míster Pelington, el más afectuoso saludo» y deseos, cómo no, de que Dios salvara a la reina. Y lo haría, al menos, durante cuatro años más.
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