Por un ferrocarril en la costa
Seguía coleando la noticia de la colocación de una azucarera en Villaviciosa, que ahora pedía, también, un ferrocarril al efecto
El progreso se empeña en demostrar que no hay nada imposible. Lo hace hoy y lo hacía, asimismo, hace un siglo y cuarto. Porque cuando ... saltó la noticia de que en Villaviciosa se iba a instalar una azucarera, fueron muchas las voces -como recordarán los lectores de esta sección- que se alzaron contra la idea o, al menos, en advertir que esta, sin ferrocarril próximo, iba a ser imposible. 'De acuerdo', dijeron, entonces, los responsables de la sociedad al efecto, 'entonces, ¡construyamos un ferrocarril!'. Y así lo comentaba EL COMERCIO en su portada de hace hoy 125 años. «Nuestra villa, que mira a todos los pueblos de la provincia como hermanos se satisface a sí propia viéndoles progresar, y tiende su mano cariñosa para ayudarles en cuanto le sea posible, porque ve en el adelantamiento de los demás su mejor modo de vivir, cualidades estas propias de los pueblos que se sostienen del trabajo», introducíamos.
«Por esta razón, unidos todos, debemos pedir un día y otro la construcción del ferrocarril de la Costa; los pueblos industriales y mercantiles no pueden dar impulso a sus industrias sin que las vías de comunicación les pongan en contacto con los demás mercados para llevar a todas partes nuestros productos y recompensar de esta manera el esfuerzo de los hijos de este país, que aportan sus capitales a la industria y al comercio, fuente de bienestar de todos los pueblos trabajadores».
De este modo, con la difícil prosa e interminables, pero efectivas, frases del estilo de la época, se posicionaba EL COMERCIO no solo a favor del ferrocarril de la costa, sino también en contra de ciertas políticas y, sobremanera, contra uno de los principales males de la época: «El caciquismo, que todo lo invade, siempre está poniendo trabas y obstáculos a la ejecución de toda obra de importancia», decíamos; en portada, recuerden. Que ya eran redaños. Por culpa de los caciques, se decía, vivían algunos pueblos postergados y entregados a la indiferencia, sin que sus súplicas llegasen al gobierno de la nación. Las redes clientelares las acallaban. Pero ahí estaba la prensa para darles voz.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión