El Gijón de los años 50 en un 2020 de instantes mágicos

En enero, San Pedro y Campo Valdés nevados; en febrero; el chicharrón se recoge a paladas; en marzo, el muelle de Oriente con Pelayo al fondo; en abril, un partido de baloncesto; en mayo, la calle Corrida; en junio, la rampa de San Lorenzo repleta de niños; en julio, una hermosa vista de la playa de la Ñora; en agosto, vuelta a San Lorenzo con sus casetas; en septiembre, una partida de cuateada en la bolera de La Guía; para octubre toca subir a Cimavilla por la calle Atocha; en noviembre, el juego de los niños se instala en el parque de Isabel la Católica, y para diciembre se advierte temporal en el inicio de la calle Cabrales.

En doce meses, en un año entero, recorre el Muséu del Pueblu d'Asturies en blanco y negro y en asturiano el año 2020 que está por llegar recurriendo a instantáneas de los años cincuenta que forman parte de los fondos de la institución cultural. Javier Sánchez Suárez, Gonzalo Vega, Pedro Alonso Rebollar y Manuel Espín son quienes firman ese Gijón que viaja al pasado recuperando paisajes y paisanajes, meciéndose en la patina del tiempo no sin cierta nostalgia. En cada mes, un dicho. Para este diciembre que ya agoniza: «Agües y fríes y nordés, la sardina desaparez».

Se han editado unos novecientos ejemplares del calendario, que se entrega de forma gratuita en el propio museo y el Oficina de Normalización Linguística hasta que se agoten existencias.