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Flor Ortea regenta Casa Baizán, en la calle Corrida. A partir de mañana comenzará a servir a domicilio para compensar el cierre. CAROLINA SANTOS

«Gijón se muere y Asturias está quebrada»

Los hosteleros de la ciudad, «indignados» por el «acoso y derribo» contra el sector, se preparan para hacer repartos a domicilio

YAGO GONZÁLEZ

GIJÓN.

Martes, 3 de noviembre 2020, 01:27

En Casa Baizán, en la calle Corrida, ya han encargado dos grandes mochilas isotérmicas para empezar a llevar comida a domicilio a partir de mañana. Es la única manera que encuentra la dueña, Flor Ortea, de compensar el cierre hostelero anunciado ayer por el Principado, que comienza esta medianoche. «Nunca lo habíamos hecho hasta ahora, pero no hay más remedio», dice una «muy enfadada» Flor.

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No usarán ninguna plataforma de reparto porque «se pierden clientes». Todo lo transportarán ellos mismos, en coche o como se pueda. «Livio tiene moto y ahora otro de los 'neños' tiene bici», dice la dueña señalando a uno de sus siete empleados.

Este local de seis décadas de antigüedad lleva ya unas semanas «muy malas» desde que el Gobierno regional recomendara quedarse en casa. «Los viernes y los sábados estábamos ingresando un 30% de lo que vendíamos antes», asegura esta veterana hostelera, que muestra toda la comida (ollas llenas de fabada, pote y carrillera) que había hecho para estos días. «¿Cómo se puede cerrar la hostelería casi de un día para otro? ¿No saben que nosotros trabajamos con mucha antelación, con proveedores y mantenimiento?», se pregunta Flor, que sentencia: «Asturias ya estaba quebrada, ahora está cerrada del todo. Y Gijón se muere, ya no hay turismo de fuera. Están haciendo una ciudad rarísima, basada en las despedidas de soltero, y eso no lleva a ningún lado».

También está «muy indignado» José Ángel Hermida, que regenta El Jamonar, en la calle Begoña, y que también volverá a hacer envíos a casa, como ya hizo en primavera. «Ocho meses después, se vuelven a tomar las mismas medidas que cuando decían que no tenían ni idea de cómo parar el virus», protesta el restaurador. «No entiendo que en verano, cuando la calle estaba llena de gente y venía aquí la gente de Madrid, Galicia o País Vasco, no hubiera presión en los hospitales. Y ahora, de repente, no hay camas UCI y si vas al hospital por sufrir un infarto, lo más probable es que te mueras. ¿Cómo es posible que en primavera llamaran a la población a tener cuidado por miedo a otro rebrote y, cuando éste se ha producido, no hubiera nada previsto? ¿Cómo no pusieron más camas? ¡Si eran ellos mismos los que lo advertían!», dice José Ángel, que se irrita por segundos.

Un cliente pregunta a Geli Zarracina, dueña de la vinacoteca de la calle Instituto que lleva su nombre, cuánto de enfadada está en una escala del uno al diez. «Quince», responde. «Nuestra especialidad es el vermú y la ginebra. ¿Se puede saber cómo vendemos eso a domicilio?», se pregunta. «Esto es un acoso y derribo. ¿Se cierra la hostelería y podemos ir todos a la playa a pasear al perro o al supermercado, con toda la gente apiñada?».

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El anuncio de Barbón pilló en festivo y con mal tiempo en Gijón, con poca gente en la calle. Al lado de Corrida, un grupo de jóvenes se despide al caer la noche: «¡Feliz confinamiento!».

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