«No guardo rencor al asesino de mi hija, pero pido justicia»

Carmen Borrego volvía a llorar ayer. Lloraba porque su hija Paz, que solo tenía 43 años, encabezaba una lista que nunca hubiera debido existir. Lloraba porque «un malvado» dejó huérfanos de madre a sus nietos, un chico de 24 años y una niña, «igual que ella», de apenas 4. Lloraba también porque aunque no hay consuelo posible para el dolor que hace meses trepó y se instaló en su cuerpo como una hiedra venenosa, se sintió arropada por cientos de personas. Solo una de ellas podía entender su pena: Loli Prieto, madre de la joven Desireé, asesinada por su expareja en 2006. Se encontraron en el quiosco de música y protagonizaron uno de los momentos más emotivos de la mañana. Hablaron, se entendieron. Se apoyaron. Carmen confesaba que «en el día de hoy ya no guardo rencor al asesino de mi hija, porque sé que ella es una estrella y siempre que miro al cielo veo un corazón». Pero pide «justicia». Y que nadie más tenga que experimentar lo mismo. «No quiero que más madres pasen por esto que estamos viviendo nosotras», dicen ambas, unidas.