El Hospital de Cabueñes desmantela la unidad de desintoxicación 30 años después de su apertura
Sus trabajadoras hablan de un «cierre encubierto» y alertan de que los consumos aumentan, lo que provoca violencia intrafamiliar y robos
EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Miércoles, 30 de septiembre 2020, 00:17
Ha ocurrido lo que trabajadores y pacientes temían desde hace años: la unidad de desintoxicación del Hospital de Cabueñes, que funcionaba en Gijón desde febrero de 1991, ha sido desmantelada. En la planta quinta par, donde antes se atendía a los pacientes de las áreas sanitarias de Jarrio, Avilés, Gijón y Arriondas con adicciones al alcohol, opiáceos, cocaína, cannabis, benzodiazepinas y otras sustancias, ahora hay despachos de otorrinolaringología. Los trabajadores aseguran que se trata de un «cierre encubierto» aprovechando la clausura del servicio el pasado marzo por la crisis sanitaria. El Sespa no concreta si la unidad volverá a abrir en algún momento. Es, junto a la del Hospital Monte Naranco de Oviedo, la única de la sanidad pública asturiana.
La Unidad de Desintoxicación Hospitalaria nació en 1991 en plena epidemia de la heroína y el VIH, como complemento a la Unidad de Tratamiento de Toxicomanías. Estuvo en el Hospital de la Cruz Roja hasta 2006, cuando saltaron las primeras alarmas sobre un posible cierre, al conocerse que la ampliación del centro dejaba fuera este servicio. Entonces, y a raíz de una intensa campaña de protesta llevada a cabo por la plantilla, Salud rectificó y trasladó el servicio a Jove, donde disponía de dos habitaciones, cada una con dos camas, así como espacios comunes donde los enfermos en proceso de desintoxicación podían llevar a cabo actividades de ocio.
Esta unidad itinerante volvió a hacer las maletas en septiembre de 2010 para trasladarse al Hospital de Cabueñes, donde al estar ubicada en la quinta planta perdió cierta intimidad con que sí contaba en sus anteriores sedes, donde el cruce con otros enfermos ingresados era prácticamente nulo. Al trasladarse a Cabueñes perdió también dos de las cuatro camas con que contaba en Jove, lo que, según publicó en su momento EL COMERCIO, suponía un ahorro anual de 9.000 euros al Sespa de los cerca de 20.000 que costaba entonces mantener la UDH.
Todos estos cambios los vivió en primera persona la enfermera Carmen Baragaño, quien reprocha «el evidente desinterés del servicio de Medicina Interna», al que estaba adscrita en Cabueñes. Algo que secundan otros trabajadores, quienes lamentan que el estigma que pesa sobre estos pacientes haya perjudicado al servicio, que atendía anualmente a un centenar de enfermos cuya estancia media es de entre siete y catorce días, dependiendo del tipo de adicción.
Centralizado en Oviedo
Si desde hacía años se sospechaba que la intención era acabar con este servicio, en medio de la pandemia parece haberse encontrado el momento idóneo para ello. A finales de marzo se anunció el cierre de la unidad, pese a que la lista de espera ascendía entonces a 27 personas, con pacientes preferentes e incluso alguno urgente, y se centralizó la atención en Oviedo, donde depende de Salud Mental. Según indicó el gerente del área V, Manuel Bayona, «mientras dure la pandemia eso seguirá igual».
En un primer momento, los profesionales pensaron que el cierre sería temporal. «Pero después nos dimos cuenta de que estaban desmantelando aquello, adaptando el espacio para albergar despachos». Aseguran que no recibieron explicación alguna, ni sobre el desmantelamiento del servacio ni sobre si su continuidad peligraba. En julio, coincidiendo con el cierre de la UDH ovetense, «se improvisó y se cogió una de las plantas del ala impar para usar una habitación con una enfermera cada 24 horas en la que se atendió a cuatro personas».
Sin respuesta
Desde el cierre de la unidad, los trabajadores han preguntado de forma insistente tanto a la gerencia del hospital como de Salud Mental, pero aseguran no haber tenido respuesta. Temen el cierre definitivo de la unidad, con lo que el de Monte Naranco pasaría a ser el único recurso público de estas características disponible. «Esa unidad ya está saturada», señala la también enfermera Ana Sánchez, quien expresa su preocupación pues «durante la pandemia se dispararon los consumos». «Hubo gente que no consumía y empezó, y los que ya lo hacían están descontrolados, con todo el riesgo que ello conlleva: problemas de violencia de género e intrafamiliar, robos depoca monta, etcétera». «Nadie quiere a estos pacientes», lamenta.
Tanto las enfermeras como la psiquiatra María Antonia Sanz coinciden en señalar que este es un servicio «fundamental», por cuanto «es el último recurso disponible cuando fallan las desintoxicaciones ambulatorias, y a menudo el único, ya que la deprivación brusca de determinadas sustancias puede llevar a complicaciones muy graves e incluso a la muerte». Piden recuperar la unidad y que sea asumida por el servicio de Psiquiatría.