Mejora indispensable
El mal estado de la calle Corrida, repleta de charcos y barro, generó las protestas de EL COMERCIO en favor de su higienización
No había lugar a dudas, hace 125 años, de que el epicentro de la vida social en Gijón era la calle Corrida. Más en concreto, ... su paseo, «el más favorecido de todas las clases (...) y el más simpático», aseguraba por entonces EL COMERCIO. Así lo demostraba que «espontáneamente, sin necesidad de estímulos, música ni ningún género de comodidades, el público lo prefiere en todas las ocasiones y épocas del año». Y, sin embargo, al menos en nuestra opinión el Ayuntamiento de Gijón lo tenía abandonado, sin prestar atención ni a sus circunstancias ni a su estado. «Da pena», se oía de una parte. «Causa vergüenza verlo convertido en un insano fangal», de la otra.
Era cuestión estética, pero a la par sanitaria, que alguien hiciera algo con el paseo de la calle Corrida, repleto de charcos y barro en épocas lluviosas -que en Gijón, como se sabe, son multitud-. Leemos: «siquiera por higiene debiera acometer», el Ayuntamiento, «inmediatamente, para concluirlo antes que llegue el verano, el arreglo del boulevard de la calle Corrida, cuyo sitio tanto se presta a hacer una cosa buena». Sobremanera, decíamos, si se elaboraba un proyecto bueno, profesional y competitivo económicamente por medio de un concurso «entre los arquitectos de la población».
Presupuesto, a tenor de casos recientes, no le faltaba al consistorio. Costaron lo suyo, por ejemplo, proyectos menos populares como «la casa construida para fielato en la calle del marqués de San Esteban (...), la fuente monumental de Begoña, que lleva trazas de costar tanto como una catedral, y (...) el cuerpo de guardia para los agentes municipales». Este último, según se oía de fuentes solventes, no bajaría de las 20 mil pesetas. Un importante volumen de billetes para 1898. Así las cosas, ¿estaría la calle Corrida lista para recibir a los visitantes veraniegos en unos meses? «Muévenos únicamente a hacer estas indicaciones la firme convicción que tenemos de que por el medio indicado conseguirá el Ayuntamiento ver realizados los deseos del pueblo pronto, bien y con economía» . Así decíamos. O, de otra manera: que solo Dios, o el alcalde, sabría.
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