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Precinto policial en el piso en el que vivían madre e hija. DAMIÁN ARIENZA

Una mujer a tratamiento psiquiátrico, esquiva y «obsesionada con la niña»

Noemí Martínez Largo, de 48 años, adquirió los tranquilizantes con prescripción médica en una farmacia de Gaspar García Laviana

O. SUÁREZ / P. LAMADRID

GIJÓN.

Martes, 1 de noviembre 2022

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Noemí Martínez Largo estaba a tratamiento psiquiátrico. Llevaba varios años tomando pastillas tranquilizantes por prescripción médica. Las últimas las compró hace apenas unos días en una farmacia de la avenida Gaspar García Laviana, donde acudió con la preceptiva receta médica para adquirir Orfidal. Desde que se trasladó a vivir a El Llano desde Segovia, acudía con frecuencia a la botica, donde tienen su ficha en orden y sin ninguna receta pendiente de entregar.

Habría sido con esos medicamentos tranquilizantes con los que la mujer habría acabado con la vida de su hija de seis años, introduciéndolos en un cacao con leche que le dio a la pequeña. Esos restos de bebida fueron encontrados en la autopsia practicada al cadáver. Serán ahora los resultados de los análisis toxicológicos los que determinen las cantidades de tranquilizantes que le fueron administrados.

LOS DATOS

  • Segovia Los progenitores de la pequeña se casaron en 2015 y se instalaron en Palazuelos. Fueron padres hace seis años.

  • Separación Cuando Olivia apenas tenía un año y medio el padre le pidió el divorcio a la madre. Durante cinco años ambos lucharon por la custodia.

  • Tratamiento La mujer llevaba varios años a tratamiento psiquiátrico.

Noemí y Eugenio se casaron en 2015. Vivían en Palazuelos de Eresma, en Segovia. Fueron padres de Olivia en 2016 y aproximadamente un año y medio después Eugenio decidió poner fin a la relación. Ahí empezó un cruce de denuncias y de lucha por la custodia de la pequeña, que creció entre autos judiciales con medidas de custodia. La madre llegó a denunciar a su exmarido por malos tratos y él tuvo durante meses una orden cautelar de alejamiento.

La Audiencia Provincial de Segovia revocó el alejamiento y el procedimiento por malos tratos quedó sobreseído. Desde 2019 ambos progenitores se denunciaron mutuamente hasta en una veintena de ocasiones, por impedir el contacto telefónico, por incumplimientos del régimen de visitas y por entorpecer el contacto con el padre.

Noemí trabajaba en una empresa de informática del hermano radicada en Segovia, pero en enero de 2021 se trasladó a vivir a Gijón, sin consentimiento del juzgado que llevaba las medidas de guardia y custodia de la niña y también sin autorización del progenitor. El juez la obligó a regresar a Segovia y reintegrar a la niña a su entorno escolar y familiar. Sin embargo, desoyendo a la autoridad judicial y también a su exmarido, en agosto se volvió a instalar en Gijón. Alquiló el piso de la avenida de Gaspar García Laviana y matriculó de nuevo a la pequeña en el colegio Corazón de María. En el vecindario apenas tenían contacto con ella.

«Era una persona esquiva, parecía que no tenía ninguna gana de relacionarse con los vecinos, la veíamos entrar y salir con la niña camino al colegio y poco más, no abría casi ni las ventanas de la vivienda», comentaban ayer los vecinos, impactados por el asesinato de la niña de seis años en el propio inmueble.

Según el entorno de la mujer, «nunca encajó el divorcio, estaba obsesionada con la niña». «Estaba desesperada, hasta su propia familia estaba preocupada porque se había llevado a la niña lejos, temían que pudiera pasar lo que ha acabado pasando», lamentan. Ayer durmió en los calabozos de la Comisaría acusada de matar a su hija administrándole los tranquilizantes que ella tenía prescritos.

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