«No voy a perder mi dignidad e identidad por un protocolo que pisotea mis derechos»
Claudia García, de 20 años, denuncia al Sespa por el trato vejatorio de una psicóloga de la unidad especializada en personas transexuales
PALOMA LAMADRID
GIJÓN.
Lunes, 20 de noviembre 2017, 01:16
«¿Te masturbas con ropa de mujer puesta?». Esta es una de las preguntas que tuvo que responder Claudia García a la psicóloga de la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género de Asturias (UTIGPA) que la atendió durante cuatro meses y medio. Esta joven de veinte años, natural de Piedras Blancas y vecina de Gijón, nació hombre, pero desde los nueve años se siente mujer. Y quiere cambiar su cuerpo para tener las características físicas del sexo que le corresponde. Por ello, en mayo del año pasado decidió acudir a la UTIGPA, que tiene su sede en Avilés.
«Me dieron cita para iniciar una terapia psicológica antes de comenzar el tratamiento hormonal para saber si era apta o no», explica en el texto de la denuncia presentada ante el juzgado de Instrucción número 1 de Gijón contra el Servicio de Salud del Principado (Sespa). Pero la experiencia no fue como esperaba. Una de las pruebas a la que se sometió, llamada test de vida real, consistía en «adaptar tu aspecto y tu manera de vivir al sexo deseado, todo ello basándose en el estereotipo de chico afeminado y mujer masculina».
Señala Claudia que la psicóloga la instaba a vestir de manera femenina. «Insistía en que fuera a la playa y me pusiera sujetador», cuando ella no se siente preparada al no haberse operado para tener los atributos femeninos. Además, en las entrevistas, la profesional le hacía preguntas incómodas: «¿Eres activa o pasiva?», «¿te importa la profundidad de la vagina?», «cuáles son las posiciones que haces con tu pareja en la cama?». Estos son algunos ejemplos que recoge la denuncia interpuesta por Claudia. Por si esto fuera poco, la afectada explica que pidió a la psicóloga expresamente no hablar de sus familiares, con los que había tenido «problemas muy serios», pero que ya estaban superados. «Ella se pasaba la consulta preguntándome cosas de mi familia e insistiendo en que quería verla», relata.
En una de esas ocasiones, Claudia intentó quitarse la vida tras salir de la unidad. «Se dedicó a hablar única y exclusivamente de mi madre. Esto me provocó un ataque de ansiedad y me tomé todas las pastillas que tenía a mano», cuenta. No lo consiguió y fue atendida en el área de Salud Mental del Hospital de Jove en agosto de 2016, como refleja el parte médico que muestra Claudia, que también incluye un posible trastorno de personalidad en el diagnóstico.
Sin alternativa privada
Ante la imposibilidad de seguir con esta terapia por las consecuencias psicológicas que tenía, decidió aumentar la dosis de hormonas que tomaba por su cuenta -un bloqueador de testosterona y estrógenos-, ya que, al abandonar la terapia, no pudo acceder a este tratamiento bajo vigilancia y financiación del Sespa. «Tomar hormonas por mi cuenta es peligroso, pero no puedo reprimir mis deseos», lamenta.
Desde septiembre de 2016, Claudia ha intentado buscar una alternativa en centros privados para lograr la operación de cambio de sexo. «Pero todos los médicos me han rechazado porque no conocían el procedimiento o porque no se querían mojar», apunta. Al no encontrar una salida satisfactoria, decidió acudir a los tribunales para lograr su objetivo que, subraya, no es un capricho, sino una necesidad. De modo que se puso manos a la obra para recopilar toda la documentación que pudiera serle útil. Una vez presentada la denuncia, su abogado ya trabaja para acudir a la vía contencioso-administrativa y reclamar la terapia hormonal y, posteriormente, la intervención quirúrgica que precisa. También presentó una queja ante el Servicio de Atención al Ciudadano del Área Sanitaria V por el trato recibido en la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género. «No voy a perder mi dignidad e identidad por un protocolo que pisotea mis derechos. No estoy dispuesta a pasar por esto para conseguir un tratamiento que es indispensable en mi vida», destaca.
Claudia tiene claro que no abandonará esta batalla. Pese a su juventud, ha tenido que afrontar situaciones muy difíciles en su vida. «A los nueve años ya sabía lo que era. Mis padres siempre me notaron algo raro, pero pensaban que era gay», relata. No se les pasaba por la mente que su hijo, Daniel, era una mujer transexual y lesbiana. Encontrarse encerrada en un cuerpo equivocado fue un calvario en muchos aspectos. «Sufrí acoso escolar, sobre todo en primero y segundo de la ESO. Incluso agresiones por parte de dos compañeros». Hace dos años, comenzó a gestar su transformación. En 2015, inició una relación sentimental con una chica transexual.
Al principio, Claudia tuvo miedo de confesarle su identidad porque a su novia le gustaban los hombres, pero lo comprendió. Fue entonces cuando se mudó a Gijón y decidió cambiar su vida. El primer paso fue pedir cita en la UTIGPA. «No quería ir porque tenía malas referencias, pero me convenció mi pareja, que también iba a la unidad», señala. Ni es sus peores augurios imaginaba las situaciones que vivió en esas seis consultas.
Operación para la voz
«Lo pasamos mal porque nacemos en un cuerpo que no nos corresponde y se supone que ellos están para mostrarnos apoyo a los pacientes, no para hundirnos», sentencia. Claudia pone el acento en que este tipo de pruebas psicológicas, como el test de vida real, se han eliminado en otras comunidades. Lo que sí ha conseguido, aunque no mediante la UTIGPA, es que la pongan en lista de espera para someterse a una fonocirugía de reasignación de sexo. Es decir, una operación con la que los médicos intentarán que su voz suene más aguda. «Me hace mucha ilusión», asegura la joven.