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Que en Gijón hay muchos perros no es novedad. De hecho, actualmente en la ciudad estas mascotas superan en número a los niños menores de 16 años. Y lo cierto es que en la mayoría de los hogares en los que están presentes, son un miembro más de la familia. Tanto es así que hay dueños que no quieren dejar a su mascota sola en casa mientras se van a trabajar. Por eso, Patricia Granda decidió hace dos años y medio emprender un proyecto por y para estos amigos de cuatro patas: La Perroteca, situada en Decano Prendes Pando. Lo que vendría a ser una guardería canina urbana.
Ojo, Granda aclara que «esto no es un aparcaperros». De hecho, al igual que en una guardería al uso, los perros deben pasar por un periodo de adaptación, un tiempo que es gratuito. «Prima la calidad a la cantidad», subraya. Patricia busca que los grupos de mascotas que se forman «estén lo más cómodos posibles. No queremos que se estresen entre ellos», explica. «Al final cada animal tiene su 'perronalidad'», añade.
Bajo este motivo señala que «no todos los perros son adecuados para estar en la guardería». Al igual que no todo el mundo vale para cuidar a estas mascotas. «Es como una guardería de bebés, la responsabilidad es similar», recalca. Patricia Granda cuenta con el título de auxiliar técnico veterinario y de educadora canina y realiza seminarios sobre mascotas. «Hay que reinventarse todo el rato y estar al día».
Dentro del local, la limpieza es primordial. Cuenta con purificador de aire por «el tema de los olores» y, además, está completamente insonorizado para no molestar a los vecinos. En la perroteca, hay un espacio central grande para que los perros interactuen. Después, hay otras salas más pequeñas con camas para el descanso de las mascotas y una zona de estimulación. En esta última, se trabaja principalmente el olfato.
Si bien muchas veces los dueños riñen a sus mascotas para que no olisqueen la basura de las calles, aquí se forma «un espacio seguro» para que puedan hacerlo. «Tiramos mucho de material reciclado para esconder chuches o pienso y que lo encuentren». Entre hueveras, cajas de cereales, madera, hojas, piñas o alfombras de olor, los perros pueden olfatear a sus anchas. «Está muy conectado al sistema emocional, les ayuda a calmarse y les estimula mucho a nivel intelectual», explica Patricia. Por eso, «basurear y destruir es importante. Hay que dejar a los perros hacer cosas de perros».
Además de este servicio, donde las tarifas van desde una hora a seis euros a seis horas a 15 euros, y que cuenta con bonos mensuales de entre 55 y 295 euros, Patricia Granda ofrece talleres de educación canina en la que ayuda a los dueños a entender a su perro, cuyo idioma «es completamente gestual» y a veces «se malinterpreta». Un ejemplo es «un bostezo», que si bien puede parecer que sea que tenga sueño, «en ocasiones suele ser estrés».
De media recibe 25 perros al día, los grupos son mayores por las mañanas, cuando gran parte de los dueños trabajan. «La mayoría de los perros que vienen aquí gestionan mal quedarse en casa», señala. «Muchos perros padecen ansiedad por separación», anota. Algunos, incluso, con un «hiperapego fuerte», una situación que, en algunos casos, se remonta a la pandemia cuando las mascotas pasaban las veinticuatro horas del día con sus dueños. También, para que los tutores no les echen de menos, Patricia está continuamente subiendo vídeos de las mascotas a sus redes sociales. «Es una manera de que sepan que están bien».
Aunque la empatía y la dedicación con la que Patricia trata a los animales dejan claro que, más que una guardería, esta perroteca es un «segundo hogar» para estos amigos de cuatro patas.
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