«¡Te queremos, Cándido!»
Tremañes brinda una emotiva despedida a su párroco de los últimos 45 años | El cura, siempre «cercano e implicado», arrancó las lágrimas en su última misa. Le regalaron una placa, una foto y ropa «para que no pase frío»
VÍCTOR TREVIÑO
GIJÓN.
Lunes, 8 de octubre 2018, 01:42
«Me marcho aunque me cuesta mucho. Gracias por todo. Yo también estoy orgulloso de ser de Tremañes». La de ayer no fue una ceremonia más para el párroco Cándido Viñas (Villagarcía de Campos, Valladolid, 1934). A sus 84 años, ha decidido dejar su labor en la parroquia gijonesa después de más de cuarenta años. Ahora, dice, regresará a su pueblo natal vallisoletano para descansar después de tantos años de actividad.
Llegó a sus 39 años al barrio, ese por el que tanto ha luchado y por el que se ha implicado para garantizar el bienestar de sus vecinos. Los mismos que ayer, en la parroquia San Juan Bautista, le acompañaron para conmemorar la festividad de Nuestra Señora del Rosario y agradecerle, de alguna forma, toda su dedicación durante las últimas cuatro décadas.
La emoción y las lágrimas fueron apareciendo en los rostros de los asistentes a medida que pasaban los minutos. Alrededor de dos centenares de vecinos y amigos arroparon a Cándido en su última ceremonia. Los aplausos rompían los pocos momentos de silencio causados por la emotividad del adiós al tiempo que otra de las vecinas gritaba «¡te queremos, Cándido!». Otra le preguntaba, con lágrimas en los ojos, si tenía la intención de regresar por el barrio: «Sí, sí, sí», respondía él sin dudarlo ni un segundo.
El acto de homenaje y agradecimiento, organizado por los vecinos, tomó el relevo de la ceremonia eclesiástica. «Te queremos regalar esta fotografía para que la Santina te proteja siempre», decía otro de los acompañantes al tiempo que le entregaba una imagen en la que el propio Cándido posa junto a la Virgen de Covadonga.
«Vendré a 'mojame'»
A pesar de la sensibilidad del momento, las bromas también tuvieron protagonismo: «Si antes me iba a mi pueblo en mis ratos libres, ahora tendré que cambiar el chip para venir a Gijón a 'mojame'», comentaba entre risas. La huella que Cándido ha dejado en Tremañes será imborrable. Todos los vecinos coincidían en resaltar la «cercanía» del párroco con la gente. «Es uno más. Nos da mucha pena porque hemos pasado muchos años junto a él y es muy triste», afirmaba Montserrat Fernández, quien también destacaba su constante preocupación por modernizar el barrio. «Gracias a él hemos mejorado mucho y los vecinos tenemos que estar muy agradecidos». Encarna y Carla Martínez coincidían en calificar a Cándido como «un párroco diez». En su caso reciben la noticia de su marcha con pena y alegría a la vez. «Era como uno más de la familia y lo queremos mucho, pero sabemos que ahora va a poder descansar», decían. Y a esto añadían que, después de tantos años oficiando ceremonias, «ha tenido la oportunidad de bautizar e incluso casar a todos nuestros hijos». Para Conchita Álvarez tampoco fue un día fácil de digerir. «No hago más que llorar, estamos encantados con él y nos da muchísima pena que se marche», explicaba.
Tras la ceremonia, la asociación de vecinos Evaristo Valle entregó a Cándido unos regalos «para que siempre te acuerdes de nosotros», decía María del Carmen Fernández, la presidenta. Entre ellos, una placa, un camisa «para que vayas elegante, como siempre» y una chaqueta «para que no pases frío y con bolsillos donde puedas guardar el billete de vuelta». Con la comida final de hermandad pasaron de las emociones a las sonrisas salpicadaspor mil anécdotas de las cuatro últimas décadas.