Sidra... con moderación
Recomendábamos, desde EL COMERCIO, consumir en su punto justo la bebida más tradicional de Asturias, por lo que pudiera pasar
Domingo, 12 de febrero 2023, 01:00
Tres cosas, tres, tenía la sidra que otras bebidas no: era «del país, barata y sana». Pero con moderación. No estaba de más advertirlo hace ... 125 años, cuando la tasa de alcoholismo andaba por las nubes y la criminalidad -o, cuanto menos, los dramas- asociada a ella, también. Decía EL COMERCIO que todas las cosas, hasta las mejores, se vuelven nocivas cuando de ellas, «cediendo a un loco deseo, se pasa del uso al abuso (...). Esto sucede a la sidra». En un artículo publicado originalmente en 'El Correo de Llanes' pero ahora distribuido en Gijón por medio de la portada de nuestro diario, advertíamos que con el alcohol era fácil caer en desmanes que promovieran otras tantas desgracias.
Así: «Llega el bebedor a la taberna, lagar o sidrería, recurre al salado marisco que estimule su sed y cuando no, basta la animación de los concurrentes para sentir sed insaciable; hay cierto empeño, heroicidad, en consumir gran cantidad del producto de la tierra, y con asombro del que bebe para apagar la sed, se trasiegan jarros y más jarros del dorado líquido. Aun cuando esta embriaguez sea, como es casi siempre, pacífica, no falta la canción obscena, el espectáculo denigrante, el escándalo, en una palabra». Y eso no debía (porque por poder, podía) ser. «Abra los ojos el padre de familia», aconsejábamos al bebedor, «y vea que su puesto está en el hogar, al lado de su esposa, rodeado de sus hijos, a los que debe buen ejemplo, cariño y pan que en vanos transportes derrocha».
No fue este un texto raro en una España finisecular en la que muchos se afanaban por despertar a los obreros de un letargo etílico en el que, en un mundo sin muchas más alternativas de ocio barato, era fácil caer. «Busque pasatiempos», el obrero, nos referimos, «que le mejoren y dignifiquen, y deje que el jugo de las manzanas se exporte y vuelva convertido en oro, en vez de convertirle a él en objeto de burla. Claro está que lo que decimos de la sidra lo hacemos extensivo a las demás bebidas espirituosas». «Aquí se pierde la vergüenza y se altera la paz de las familias», proponíamos que se colgase a la puerta de cada taberna. Por aquello del advertir.
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