«Vienen con ganas de ayudar»

Un letrero aclara de qué va esto: «No puedes comprar la felicidad, pero puedes comprarte ropa (que es casi lo mismo)». Merche García lleva casi cuatro años llenando Paca y Tola de guiños como ese, trapos con clase y un mimo al que sus clientas corresponden. «La verdad, estoy desconcertada, es exagerado, no paran de entrar», confía. «En mayo fue igual, vienen con ganas de solidarizarse con el pequeño comercio, preguntándote qué tal estabas». Les dedica tiempo, habla de las botas que espera recibir en los próximos días y escucha: «Una señora me dijo que la calle está distinta, que las luces te devuelven un poco a la Navidad y anima al verlo todo decorado».

De creer en los datos del Ministerio de Transportes, el sábado pasado el 41,91% de los gijoneses no salió de casa o de su calle pero claro, entonces las tiendas, los bares y la iluminación navideña estaba de riguroso confinamiento. Ayer Gijón bullía, todo era un trajín de bolsas. En la avenida de la Costa, a media tarde, padre, madre e hija sacaban sus teléfonos para fotografiar al mismo luminoso. Tras el Antiguo Instituto los retratos se los disputaban las luces y unos chavales haciendo malabarismos con un balón para ganar unas monedas.

Gijón tenía hambre de alegrías y las está encontrando en la reapertura del pequeño comercio unido a esas rebajas del 'black friday' que Estados Unidos inventó y llevamos ocho años emulando, con otro estilo. Porque en esta ciudad abrir la cartera en una tienda es algo más que comprar un producto, como bien percibe Natalia Lafuente en Phuket: «Viene mucha gente con ganas de ayudar, que sabe que hemos estado cerrados y quiere ver si puede apoyar, aunque sea comprando algo económico, como un fular». El cliente invierte en barrio como estilo de vida y reconoce el esfuerzo de la dependienta por preservarlo: «Me dan las gracias cuando desinfecto su tarjeta o el datáfono, cuando no dejo pasar a más personas de las permitidas. Todo lo agradecen».

Las autoridades sanitarias llevan semanas repitiendo que hay que reducir la movilidad, evitar salir de casa en la medida de lo posible. A la vez el Ayuntamiento contrató a la empresa Germán Vizcaíno por 567.095 euros para que ilumine 152 calles. En las últimas semanas desplegaron 501 arcos, 280 árboles iluminados, 225 motivos, 31 elementos 3D y 12 techos de luz. Lo que vienen siendo 3,5 millones de puntos de luz led encendidos para coincidir con estas rebajas, por si faltaba alguna razón más para dejar atrás el sofá, reencontrarse con la calle y quienes, tras el escaparate, tratan de salvar el año.

«Soy empleada pero también compradora y yo misma lo noto, esta iluminación a mí me anima, la gente pasea para verla, y de paso miran lo que vendes», ratifica Ainhoa Suárez, de la joyería 1 para ti. El cliente siempre es bienvenido y tiene la razón salvo cuando se olvida de la pandemia. Por eso, María José Cubas es encargada de la tienda Tablas, pero también de dar de vez en cuando el alto: «Están muy animados y alguno ves que se relaja; vendemos a muchos jóvenes que se prueban cosas que tenemos que desinfectar y poner en cuarentena, así que a veces hay que parar».

Del fervor por la compra y el descuido participan también padres y abuelos. «Hay que recordarles que el bicho sigue ahí porque ahora han salido en manada, con unas ganas muy grandes; como siga así nos confinan de nuevo», previene Miriam Villa. Es encargada de Eureka Kids y sabe de sobra que esta semana y Reyes son la de más trabajo; necesita hacer caja, pero también «recordar que estamos con aforo limitado, seis personas, y hay que cuidarse».

De no hacerlo llegará esa tercera ola que cogería mejor preparados a quienes ahora recurren al mobiliario contemporáneo que Roberto R. Murias procura desde We Make Home: «Con el confinamiento muchos se han dado cuenta de que estaban hartos de esa puerta, el sofá ya no les gusta, o necesitan un espacio para el teletrabajo». Como al resto, le buscan quienes quieren comprar algo para mejorar su vida.