«Vivimos esta pandemia con mucho miedo y ansiedad»

El año largo transcurrido desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia ha sido «muy duro y difícil. Lo vivimos con mucha ansiedad y miedo». Ansiedad por enfrentarse a lo desconocido y hacerlo, «al principio, sin suficiente material de protección, con protocolos cambiantes... Eso nos pasó una factura psicológica importante». La segunda y tercera olas se afrontaron con esos problemas ya superados, pero surgieron otros nuevos: «La incidencia fue mayor, se abrieron nuevas plantas covid, se amplió la UCI y empezaron a faltar recursos humanos. Se necesitaba un personal que no había».

La séptima impar, que en principio era planta 'limpia', pasó a ver ocupado la mitad de su espacio con casos sospechosos de covid-19 y eso «triplicó el trabajo». Además, dos brotes que afectaron a buena parte del personal obligaron a cerrar la planta de forma temporal. «Y así llegamos a noviembre y diciembre, cuando hubo que suspender las libranzas porque no había suficiente gente para atender a los pacientes», recuerda la supervisora de enfermería el transcurrir de aquellos meses.

Julia Gargantiel, que reconoce el miedo que desde el principio sentía ante la posibilidad de contagiarse y contagiar a su entorno más cercano, contrajo la covid-19 a principios de enero. «Lo pasé francamente mal, pero a los veinte días pedí el alta voluntaria porque veía a mis compañeras saturadas».

Lo peor fue comprobar que, pese a haberse hecho una PCR previa y tener «mil cuidados» para poder reunirse en Reyes, había contagiado a su marido, a las parejas de sus dos hijos y a su madre, quien, a su vez, contagió a su otra hija y parte de su familia. «La sensación de culpabilidad fue terrorífica», cuenta.

Afortunadamente, la enfermedad no tuvo ninguna consecuencia para ellos. Pero «mientras estábamos confinados» tras haber dado positivo, su suegra, que había estado en el hospital provisional H144 del recinto ferial y conseguido regresar a la residencia en la que vivía y superar una neumonía bilateral después, falleció a los diez días, «supongo que como consecuencia del coronavirus». Es la factura personal que le deja la pandemia.

Ahora, «ya inmunizada» -como su madre- y con su marido a la espera de la segunda dosis, insiste en la importancia de la vacunación frente a la covid-19: «Es la única forma de vencerla». Y también subraya el papel que ha jugado la enfermería como «pilar fundamental» del sistema sanitario: «Siempre ha estado al frente en todas las crisis y en esta también».

La pandemia la privó de la habitual comida con la que el personal de hospital suele despedir a los compañeros que se jubilan, pero no le importa: «Lo que me prepararon me pareció mucho más emotivo y currado que una comida. Me voy como la enfermera más feliz de la tierra», asegura. Lo que le esperaba el miércoles 21 cuando llegó al hospital -en el que empezó a trabajar en 1987- fueron decenas de mensajes escritos que se fue encontrando desde la taquilla hasta su puesto de trabajo al que llegó entre los aplausos de enfermeras, auxiliares, médicos y compañeras de otras plantas. «Pienso en ello y me pongo a llorar. Es que en el hospital no dejo compañeras, dejo amigas. Me daban las gracias, pero soy yo quien tienen que dárselas a ellas. De todas he aprendido muchísimo».

El próximo 21 de mayo se jubila. Las clases de pintura e italiano, los viajes -«cuando se pueda»- y salir a caminar ocuparán su tiempo a partir de ahora.