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El GLSDB, una bomba guiada más precisa y óptima para engañar a los rusos, que ya han aprendido tácticas para neutralizar a los HIMARS. R. c.
EE UU y la OTAN redoblan esfuerzos para enviar más y mejores armas a Ucrania este invierno

EE UU y la OTAN redoblan esfuerzos para enviar más y mejores armas a Ucrania este invierno

Los aliados fuerzan el flujo de tecnología artificial y misiles de precisión contra el poder militar ruso, incluso con una nueva bomba inteligente

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Sábado, 3 de diciembre 2022, 21:41

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De la chatarra soviética a la experimentación con la mejor generación de armas militares. Este es el camino recorrido por Ucrania durante los nueve meses transcurridos de invasión rusa; desde aquellos días de marzo y abril en que apuraba sus viejas reservas de munición heredadas de la URSS convertido en un país paria que rogaba armamento a Occidente para frenar la ocupación hasta su actual condición de neopotencia militar capaz de hacer retroceder a su enemigo gracias a una competente maquinaria bélica.

La semilla de la transformación está clara: el continuo envío de arsenales por parte de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Este mismo jueves, la Alianza cifraba en 40.000 millones de euros el dinero invertido hasta ahora en armar al Ejército ucraniano. Su rol resulta vital, pero también lo es la industria de defensa, con la experimentación de nuevos métodos de hacer la guerra moderna en un escenario bélico real. Por frío y cruel que resulte convertir en un laboratorio una nación sembrada de sangre.

Francia ha hecho llegar esta semana a Ucrania dos lanzacohetes LRU. Se trata de un sistema que hace bueno el lema de los viejos pistoleros: donde pone el ojo pone la bala. El LRU tiene un alcance de 70 kilómetros y acierta en un blanco con un margen de error de solo un metro. Con su incorporación, Kiev utiliza ya hasta cuatro modelos diferentes de lanzacohetes en esta guerra, todos ellos punteros. Le preceden los populares y letales HIMARS, cuyo suministrador principal es Estados Unidos, los M270 y los MARS II. Estos tres han sido decisivos para hacer retroceder a las tropas rusas y reconquistar un importante porcentaje del Donbás. Son bombas quirúrgicas. Los HIMARS pueden golpear en la retaguardia contra los almacenes y líneas de suministro. Y sin esta infraestructura, ningún Ejército puede resistir mucho tiempo en primera línea.

«El Ejército ucraniano todavía es más fuerte», ha señalado el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, tras recibir la remesa francesa. París prevé enviar otras baterías de misiles de corto alcance 'Crotale', muy eficaces para destruir los drones kamikaze rusos. Se trata de uno de los misiles de la gama SAM, superficie-aire, con mayor éxito de la historia armamentística. Lleva cincuenta años en servicio. Los usan 22 países, pero sobre todo las fuerzas francesas y finlandesas.

Batallas modernas

La inteligencia artificial, los satélites y los drones han derrotado a las mentes militares de Rusia

El Mavic-3, un dron de pequeñas dimensiones que Rusia y Ucrania usan en labores de vigilancia.
El Mavic-3, un dron de pequeñas dimensiones que Rusia y Ucrania usan en labores de vigilancia. EFE

La respuesta del 'Crotale'

Los 'Crotale' encajan en la filosofía de Washington y la OTAN de proporcionar a Kiev armas a medida. El fin es que respondan a las peores amenazas rusas a medida que éstas surgen. Los dos países han reformulado las reglas de la guerra. En Ucrania predomina la importancia de los bombardeos aéreos, las armas controladas en remoto (drones) y una intervención decisiva de tecnologías como la inteligencia artificial (IA) que en conflictos bélicos europeos como el de los Balcanes todavía eran utópicos.

Google se ha negado a que su software se utilice como un arma de guerra. Sin embargo, otras empresas tecnológicas ensayan actualmente la aplicación de la denominada IA en contra los invasores en el Donbás. Representa una forma de apoyar a Kiev, cuyo presidente, Volodímir Zelenski, se reunió este verano con los CEO de varias compañías, pero también de probar sus aplicaciones en un contexto de guerra real. En el manejo de herramientas como satélites, drones de observación y sistemas capaces de prever estrategias –o confeccionar modelos predictivos en base al cruce de miles de parámetros– reside una de las claves del sorprendente fracaso de algunas de las mentes militares más brillantes del Ejército ruso, denostadas por sus errores de planificación.

Al menos tres tecnológicas especializadas en reconocimiento facial operan en el país para identificar a los cadáveres, presos o sospechosos de crímenes de guerra. Decenas de mandos rusos han sido imputados gracias a aplicaciones que comparan fotografías y vídeos grabados en el campo de batalla con bases de datos que contienen millones de imágenes de rostros disponibles públicamente en webs y redes sociales. Las autoridades rusas y ucranianas usan dos de ellas para identificar a sus soldados muertos. El proceso requiere de estómagos fuertes: es preciso hacer un retrato del cadáver, a menudo muy deteriorado por los estragos de las heridas y la corrupción, y someterlo a la búsqueda de alguien con un gran parecido. En más de mil casos el resultado ha sido positivo. No son aplicaciones específicas para la guerra: las utilizan más de 3.200 agencias gubernamentales.

El avance de Kiev en la invasión encierra una paradoja: necesita de un abastecimiento constante de munición de Occidente para mantener su poderío. Y eso genera un problema de límites. El ministro de Exteriores, Dimitro Kuleba, ha hecho un llamamiento esta semana a los gobiernos de la Alianza Atlántica para incentivar la fabricación urgente de nuevas armas ante el vaciamiento de los arsenales que padecen ya decenas de ejércitos europeos y el propio estadounidense. La cuestión es hasta qué punto estos países podrán involucrarse en un nuevo ciclo inversor, ahora enfocado a la producción armamentística, una vez que ya han enviado miles de millones de euros en ayuda militar y humanitaria a Ucrania, y con la salvedad de que deberán apoquinar otras partidas en la futura reconstrucción del país.

Esta semana

Kiev ha completado uno de los mejores despliegues de artillería moderna tras recibir los LRU franceses

«Mientras peleamos las batallas de hoy, tenemos que pensar cómo pelearemos las batallas de mañana», justificó Kuleba en el diario 'Político', convencido de que la invasión será prolongada y sin la llegada de munición, baterías y blindados «no será posible ganar» a Rusia. El ministro reclamó incentivar desde «hoy» la producción, especialmente de tanques y material de defensa aérea.

Maniobras en el aire

Maniobras en el aire

La respuesta a las demandas de Kiev se irán modulando en las próximas semanas, máxime cuando el invierno empieza a dejar ya el curso de la guerra en manos de la tecnología militar y la provisión de munición y no en los avances humanos. De momento, Estados Unidos –remisa a enviar a Ucrania armas de largo alcance para no desatar una guerra de consecuencias impredecibles– estudia exportarle la GLSDB, una bomba inteligente que aprovecha las plataformas de lanzamiento HIMARS, pero que es capaz de maniobrar en el aire y, sobre todo, eludir las tácticas de defensa antiaérea aprendidas por los rusos para derribar a los propios HIMARS. En la práctica, el proyectil llega a cualquier objetivo, incluso en una cueva o detrás de una pared de roca.

El Ejército ucraniano podría disponer del GLSDB antes de la próxima primavera y sería la punta de lanza de un plan trazado con la OTAN precisamente para producir nuevas bombas de precisión con destino a Kiev. El GLSDB tiene un alcance de 160 kilómetros y entra dentro de las denominadas 'armas 360'; es decir, se puede disparar en cualquier ángulo.

Lo que revelan los planes de suministro es que quedan muy lejos los tiempos de hacer experimentos con gaseosa. En el último cuarto del siglo XX abundaban en la industria militares proyectos tan bizarros como un fusil nuclear capaz de disparar una mini-bomba atómica a unos pocos kilómetros de distancia. Nunca llegó a materializarse. El alcance era tan corto que la explosión termonuclear mataba al propio tirador. Y mucho antes, los estrategas de Winston Churchill fabricaron una rueda doble de varios metros de diámetro preparada para ser lanzada llena de explosivos contra las defensas nazis. La dificultad del 'Panjandrum', como fue bautizado, radicaba en que su peso y volumen lo hacían imposible de controlar con el riesgo de que se volviera contra los propios soldados británicos.

Hoy todo eso es historia del Paleolítico. Cuando se habla de entregar armas a Ucrania se hace en términos de 'paquetes' tecnológicos. Entre ellos destaca el sistema de artillería móvil más avanzado del planeta, Zuzana-2, de patente eslovaca y que la exrepública soviética comenzará a recibir en 2023 con el patrocinio de Alemania, Noruega y Dinamarca. Temible. Carga con obuses europeos de 155 milímetros cuyo suministro ya han garantizado Alemania, Francia, Bélgica e Italia. Dispara dieciséis en tres minutos. Un diluvio letal con la que el Ejército espera quebrar las defensas y rutas de suministro rusas.

Complementará al vanguardista 2S22 Bohdana, un obús autopropulsado que Kiev presentó en un desfile en 2018, pero que no había utilizado hasta ahora. Y lo hace eficazmente en Jersón, a la espera de una nueva arma experimental turca, un misil láser diminuto para drones llamado 'Bozok', que puede dar un nuevo giro a la guerra a distancia. El Ministerio de Defensa ucraniano considera que el frente es «el entorno perfecto» para testar esta munición inédita, todavía sin manchar de sangre.

El valor de las trincheras en una guerra del siglo XXI

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, compara la invasión de su país con la Primera Guerra Mundial por la profusión que los dos bandos hacen de la construcción de trincheras. No le falta razón. Los drones de reconocimiento muestran el Donbás atravesado por miles de kilómetros de zanjas, el único espacio mínimamente eficaz para que los soldados puedan protegerse de la artillería enemiga. Los institutos de estudios bélicos de EE UU y el Reino Unido coinciden en que para ver un trazado similar es necesario remontarse a la conflagración que estremeció el mundo entre 1914 y 1918.La guerra del siglo XXI convierte a la pala portátil en una de las «mejores armas defensivas», según ironizan los propios militares en los periódicos kievitas, ante los bombardeos de corto y medio alcance, aunque son un blanco más factible para los drones. Ahora los soldados se enfrentan también al barro y las lluvias invernales, que inundan las zanjas y pueden «obligar a reformular las tácticas de guerra». Por cierto, no es su único recurso 'artesanal' ante la inteligencia artificial bélica. Los ucranianos hacen volar a veces misiles de madera o globos parecidos a cohetes para hacer gastar sus defensas antiaéreas a los rusos.

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