Lancia Ypsilon Ibrida por Formentera: el paraíso turquesa
José Ramón Alonso Trigueros
Miércoles, 5 de noviembre 2025, 12:01
Formentera, la más pequeña de las islas habitadas del archipiélago balear, es una sucesión de playas y calas en las que el agua es como un cristal capaz de reproducir la mayor paleta de azules que se pueda uno imaginar.
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Para una superficie de poco más de 80 km² y con aproximadamente 20 kilómetros de longitud, el tiempo para explorar en coche puede tomar alrededor de 30 a 45 minutos. Pero ese es un tiempo para ansiosos sin ninguna sensibilidad que no quiera dejarse atrapar por la belleza de los arenales y sus aguas turquesas.
Recorrer Formentera es muy sencillo, solo hay una carretera, la PM-820, que atraviesa la isla de norte a sureste y que a derecha e izquierda salen ramales hacia la costa para buscar las calas.
Elegimos el nuevo Lancia Ypsilon Ibrida para descubrir y recorrer este paraíso. Un modelo resucitado en 2024 y que parece nacido expresamente para disfrutar. Y es que no hay mejor coche para Formentera que un italiano, porque en esta isla todo suena y sabe al país transalpino. Los restaurantes, las tiendas, los camareros, los turistas y la mitad de la población comunitaria empadronada en la isla, son italianos.
FICHA TÉCNICA LANCIA YPSILON
MOTOR: Híbrido de 110 CV
MEDIDAS (largo / ancho / alto, en metros): 4,075 / 1,755 / 1,435
MALETERO: 352 litros
VELOCIDAD MÁXIMA: 190 km/h (híbrido)
ACELERACIÓN: 9,3 segundos de 0 a 100 km/h
CONSUMO: 4,6 l a los 100 km
PRECIOS: desde 23.900 euros
Arrancamos el recorrido en el puerto de La Savina, lugar en el que atracan los ferris procedentes de Ibiza. El primer destino, como no podía ser de otra manera, es la playa de Ses Illetes. Por su belleza y alto valor natural y paisajístico ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, está considerada la mejor playa de España, la segunda de Europa y la quinta del mundo.
El trayecto desde la Savina es corto, solo unos 4 kilómetros, por una superficie plana, como toda la de isla, que describe un círculo completo bordeando el Estany Pudent, una laguna interior en la que suelen verse flamencos. El acceso a Ses Illetes está limitado y se cobra la entrada a los coches de combustión. Pagamos religiosamente los 5 euros y nos adentramos por un camino de tierra, entre dunas que nos dejan entrever en algunas zonas las aguas turquesas a las que nos dirigimos.
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DÓNDE COMER: Restaurante Es Moli de Sal, Pizzería Macondo y Restaurante Vogamari
El día es ventoso. Aunque la insonorización interior del Ypsilon mitiga el sonido, pero basta con contemplar las cometas multicolores de los aficionados al 'kitesurf' cruzándose a toda velocidad para comprender que quizás no sea el mejor día para los amantes de tostarse en las blancas arenas de este istmo de casi medio kilómetro. De todas formas, las formaciones rocosas que aparecen a lo largo del arenal permiten encontrar refugios para protegerse de la fuerza del viento y broncearse con el rumor de las olas como fondo.
El Lancia Ypsilon que conducimos, un modelo del segmento B, tiene 110 CV, potencia más que suficiente para una isla en la que la velocidad máxima permitida es 90 km/h, se desplaza con mucha agilidad y transmite la sensación de tener más potencia de la que declara. A pesar de que el recorrido no es muy exigente, el vehículo tiene muy buena relación entre confort y estabilidad.
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La versión híbrida del Ypsilon tiene un empuje intenso desde muy pocas revoluciones (teniendo en cuenta la potencia máxima declarada) y los cambios de marchas se suceden sin que apenas se perciban, lo cual es una muy buena señal sobre el buen hacer de la transmisión automática.
Tras Ses Illetes nos vamos a la capital de Formentera, Sant Francesc. Una pequeña localidad de poco más de 3.000 habitantes en las que hay que perderse por sus calles peatonales flanqueadas por tiendas y restaurantes, la mayoría italianos. La construcción más singular es la iglesia de San Francisco Javier del siglo XVIII y la capilla románica de sa Tanca Vella, del siglo XIV, y dedicada a San Valero.
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Desde ahí nos dirigimos a la construcción más icónica de la isla, no por su belleza o antigüedad, el faro de Cap de Barbaria, conocido porque fue el escenario y el cartel anunciador de la película 'Lucía y el sexo' de Julio Medem. Para llegar hasta allí, cogemos la PMV-820-1. Tras unos tres kilómetros una valla nos corta el paso y nos obliga a aparcar el Ypsilon en un aparcamiento disuasorio. Desde ahí tenemos que seguir a pie durante dos kilómetros por una carretera estrecha y sinuosa. Tras un leve descenso y una curva a la izquierda, comenzamos un suave ascenso desde el que poder ver el faro. Una construcción blanca de 19 metros de altura que fue inaugurada en 1972.
Pero lo más sorprendente del faro, más allá de ser un escenario de película y la peregrinación de gente, es el agujero que hay en el suelo a su derecha. Una perforación natural por la que desciendes a una gruta que te lleva a un balcón que se abre en el acantilado de 100 metros de altura sobre el nivel del mar.
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Recogemos el Lancia y desandamos el camino en busca de una de las playas más largas de Formentera, la de Migjorn, con casi seis kilómetros de longitud. A lo largo del arenal hay varios chiringuitos en los que disfrutar de la gastronomía mediterránea, con especialidad en arroces. En esta playa orientada al sur es ideal cuando sopla el nordeste. A lo largo de la PM-820 se pueden ver ramales que indican los nombres de los restaurantes y de complejos hoteleros.
Nos decidimos por girar a la derecha en el desvío que nos lleva al restaurante Vogamari. Un chiringuito en pleno complejo de dunas que ofrece unas inmejorables vistas y un producto más que aceptable. Desde allí retomamos el camino hacia la arteria principal de Formentera hasta llegar a las estribaciones del ascenso al faro de La Mola en busca de una de las calas más buscadas por los visitantes, la cala de Los Muertos. Dejamos el coche junto a un complejo hotelero y recorrimos medio kilómetro por caminos de arena hasta llegar. El descenso es complicado a pesar de tener unas cuerdas para facilitar. La cala parece un escenario de película, con dos pequeñas construcciones para guardar las barcas de pesca.
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Junto a Los Muertos está uno de los chiringuitos con más solera de la isla, Bartolo, que el próximo año cumple medio siglo de existencia. Una construcción de madera encajada entre las rocas desde donde ver una de las puestas de sol más bonitas de Formentera y que se convierte en un imán para la gente que está en la playa.
Retomamos una vez más la PM-820 para continuar hasta el faro de La Mola. Este es el trazado más exigente que hay en las carreteras de la isla. Una sucesión de curvas a derecha e izquierda en las que poner a prueba las habilidades y estabilidad del Ypsilon Ibrida de 110 CV. El agarre del renacido Lancia es impecable. Muestra su fidelidad al pasado deportivo de la marca donde fue un referente en los rallies en los años noventa.
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Tras coronar el puerto llegamos a la pequeña población de El Pilar de la Mola. Una localidad que es el último refugio de los hippies originales de los años sesenta y donde hay un mercadillo de productos realmente artesanales. En el pueblo destaca el espacio de creación y venta del joyero Enric Majoral que llegó a la isla en los setenta en compañía de Dolors Ballester y se quedaron atrapados por su belleza.
Descendemos de regreso a La Savina. La bajada del pequeño puerto ofrece una de las vistas más impresionantes de la isla, porque se puede ver casi en su totalidad. Tras unos 25 minutos llegamos al punto de origen del recorrido tras la borrachera de observar la más amplía paleta de azules que te puedas imaginar.
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