Bebiendo a Fulgencio Argüelles
Antonio Costa
Jueves, 8 de mayo 2025, 23:15
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Antonio Costa
Jueves, 8 de mayo 2025, 23:15
Este año el asturiano Fulgencio Argüelles publicó en la editorial Acantilado 'El desván de las musas dormidas'.
Para mí se parece mucho a Proust porque ... señala las sutilezas de la realidad. Pero también se parece a Bruno Schulz porque integra la realidad en algo más grande. Una cita clave de Schulz revela que Fulgencio conoce esa atmósfera.
El protagonista de la novela se maravilla con cada palabra y se maravilla con cada cosa. El lenguaje pierde el papel de encubridor que tiene a menudo y se vuelve revelador
'El desván de las musas dormidas' es también una búsqueda del tiempo perdido. Pero de un tiempo que está lleno de vida y de sugerencias. Y que está encontrado en gran medida. Un escritor italiano dijo que el pasado es un país extranjero. Rilke dijo que la infancia es nuestro propio país. Fulgencio hace en gran medida el recorrido de Rilke.
En él la literatura no es predicación ideológica, da cuenta de la riqueza y las contradicciones de la vida. Igual que Balzac era mucho más que monárquico y César Vallejo era mucho más que comunista. Las doctrinas nunca encierran la vida, pero la sensibilidad de Fulgencio la capta.
Para mí Fulgencio es un despertador de musas dormidas. Habla con ellas en el desván y ellas le hablan dormidas, en conexión con lo secreto. Pero están despiertas al mismo tiempo, porque lo atienden. Están dormidas pero velan, conectan lo consciente con lo inconsciente. De ahí la fascinación de 'El desván de las musas dormidas'. Con la deshumanización actual tiramos muchas cosas al desván. Pero después descubrimos que nos hemos tirado a nosotros mismos. Y vamos a buscarnos.
Y encontramos nuestra creatividad viva, nuestras musas sin algoritmos.
Nuestra vida toda está dormida, pero nuestro corazón vela. Como dice un famoso poema. Y esa vida dormida e inatrapable puede seducir a personas de todas las tendencias. Más allá de esas tendencias. Es como un pasadizo de comunicación.
En su novela Fulgencio no pone nombres a los lugares, a las personas. Eso da una sensación de misterio y universalidad. Es como fotografiar siluetas en la noche. Todo así se vuelve más interesante. Y Asturias se convierte en el universo y lo histórico se convierte en mítico.
Para mí esas musas dormidas siguen durmiendo en nosotros. Pero latiendo. Afortunadamente. Y convendría visitar el desván de vez en cuando. No sea que nos hayamos vuelto demasiado calvinistas y lo arramplemos todo en nombre de los algoritmos.
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