Autónomos
¿Es usted autónomo? En España hay unos tres millones de trabajadores en este régimen fiscal, que representan más o menos el 16% de la ... población activa del país. En las últimas semanas se viene hablando mucho del futuro de este modelo laboral, tras las propuestas hechas por el Ministerio de Seguridad Social, que ahora se están debatiendo con las asociaciones del gremio. Lo de debatir es por decir algo, porque aquí ya se sabe que debates, los justos, y decretos, a paladas. En este escenario, el currante anónimo de la calle hace como el mono sabio que ni ve, ni habla, ni escucha. Como va siempre 'a cañón', el pobre no tiene tiempo. Nadie le pregunta, tan solo le dicen que su sistema es deficitario y que se vaya preparando para lo que le espera.
Ser autónomo equivale por lo general a ser emprendedor. El -o la- 'echao pa' lante' de turno suele elegir éste régimen fiscal para lanzarse al vacío, para arriesgar. A falta de Estado o patrón, su puesto de trabajo se lo guisa él consigo mismo. El asunto de la autonomía laboral equivale a salir al frío de la calle con escasas provisiones y poco abrigo, a ver qué pasa, a ver cómo le va a uno. Exige tener cierta iniciativa, e invertir tus ahorros o endeudarte. Dicho de otro modo, jugártela, y tirar para adelante con una idea y con una ilusión. Uno negocia con su propio ombligo y con el de su familia, si la tiene, aprieta los dientes y a remar. De entrada, te peleas con la burocracia: papeleos, licencias, impuestos y el tiempo que trae consigo todo eso. Luego, los inicios consisten en lo que se da en llamar técnicamente un 'Plan de Negocio a Medio Plazo', que viene a ser, hablando en plata, un pico y una pala. Mucho sembrar para poco recoger. Gastar mucho y ganar poco los primeros años, y luego ya veremos. Si la cosa sale bien te sigues dedicando a ello, pues ya tienes la inercia. Si no, a reinventarse de nuevo, como se pueda.
Durante años hemos escuchado los agravios comparativos existentes en muchos países de nuestro entorno en el trato fiscal a los autónomos. Se nos decía que en otros estados vecinos les iba mejor, y esto nos hacía albergar esperanzas de que con las siempre añoradas y raramente vistas armonizaciones europeas, el futuro de este colectivo podría mejorar. Qué tiempos aquellos. La reforma planteada por el Gobierno prevé incrementos fiscales a todo trabajador que tenga la osadía de ingresar la 'desorbitada' cantidad de más de mil trescientos euros al mes, después de haberse tirado a la piscina, endeudarse, y sembrar hasta desollar cerebro y manos. Y si resulta que tu dedicación y talento da para más, entonces vete con cuidado y no trabajes más de la cuenta, que puede que tengas que contribuir con hasta el 40% de tus rendimientos. Dicho de otro modo, esa hora de más que le sueles quitar al sueño, y que te hace madrugar tanto y ver menos a tu familia, o ese fin de semana que dedicas a sacar trabajo pendiente, ahórratelos, que va directamente a la moqueta y a la bodega, pero no a las de tu casa.
Hace un tiempo, lo de ser autónomo se decía con orgullo, por ser señal de independencia, fortaleza y empuje. Ahora, casi suena a pecado, como el que admite en una reunión de terapia de grupo: «Hola, me llamo fulanito o fulanita, y soy autónomo». Un susurro con la boca pequeña, como pidiendo perdón, mientras se observa el esfuerzo del interlocutor para que no se le note en la cara el gesto de compasión. Qué pobre, acabar así. Estamos ante los bueyes del país, la encarnación del pernicioso libre mercado, solo que con una cinta métrica, un ordenador, un delantal, o una llave inglesa en la mano, en lugar de una etiqueta grapada a la oreja.
En nuestro actual contexto económico, imagino al autónomo como un raro espécimen de gladiador ibérico, como el célebre 'Hispano' de Ridley Scott. Un tipo ajeno a las inclemencias del tiempo, a pluses, a fines de semana, a vacaciones, a horas extras, o a aumentos en costes. Alguien más solo que la una, sin compañeros, convenios, sindicatos, ni máquina de café donde desahogarse y despotricar. El fiel cliente del menú diario en el bar de la esquina. Un motor diesel que no sabe lo que es una indemnización, o una baja; el chiste fácil de aquel que le pidió al mago de la lámpara como único deseo tener siempre salud… Y éste le hizo autónomo. No obstante todo cambia, como las modas, y quizás le toca el turno de ir pasando a mejor vida a nuestro sufrido autoempleador. Alguno llegó a soñar con gobernantes anunciando ayudas a este gremio para mejorar sus economías, después de dos años a base de ir tirando, en la cuerda floja de la incertidumbre, o directamente cerrados. Pero no, el autónomo es el malvado aspirante a pequeño burgués, el incipiente capitalista, el ahorrador o consumista vocacional, el presunto émulo de la pública, única e impúdica casta. El enemigo. Que el CIS de Tezanos haga algo útil y les pregunte a los autónomos de este país, muchos de ellos pluri-empleados, hombres y mujeres orquesta, si querrían que sus hijos trabajasen así, a ver qué le contestan. Dentro de unos años, barrunto a la gente hablando en pasado de esta rara hormiguita de nuestra fauna ibérica, como cuando el eterno Félix Rodríguez de la Fuente nos contaba lo de «aquel extraordinario y majestuoso ejemplar, en otros tiempos morador peninsular, y que ojalá algún día, en venideras generaciones, nuestras gentes se presten a repoblar».
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