Cimavilla, mon amour
Al barrio de Cimavilla (que encarnaba una forma castiza de ser y estar gijonesa) lo han ido castigando sin cenar, que es tanto como mandarlo ... a la cama pronto. Su vida nocturna fue municipalmente limitada por algunos alcaldes, y su salsa popular, putañera y marinera, corregida a base de ordenanzas hasta llegar a reformarlo tanto que a Cimavilla ya no lo conoce ni la madre que lo parió. Por eso, a tal barrio pecador (venial) donde el personal pubescente tomaba la alternativa y hasta algunos hacían los cursillos prematrimoniales, habría, para resucitarlo, que organizarle un revival con banda de música y todo.
Aquí, es verdad, se intercambiaban las venéreas entre unas y otros. Pero también esas lujurias, la música de Victor, el de La Cabaña, la del albino ciego y su acordeón, además de Rambal cantando 'La zarzamora', con los jodíos flamencos del colmao vigilándola a deshora, ayudaban a la gente a quemar muchas penas. Con todos esos quilates, a este barrio playu, extramuros de la ciudad, le fueron poniendo arriates. Arriates a su mística y perfume genial, genital, brujo y calentorro, tal así que fue quedando como una reserva comanche, sin música ni quejios en los tablaos, sin los quilombos de roja luz granadina o verde pipermín, sin personal de lancha a la madrugada. Se fueron acabando las largas y cálidas noches de verano, y tambien las cigarreras: 'Yo soy la Carmen de España, cigarrera de Sevilla' (léase de Cimavilla), acabándose, digo, la rula y su campana. Rula en la que cada día se armaba, con su jaleo y trajín, el retablo del mar, de Sebastián Miranda. Sí, Cimavilla era una conciencia de clase. Hasta la hidalguía (quiere decirse gente de copete, del Ejército, la Iglesia y la Judicatura) tantas veces triste, gris y aburrida solía venir aquí a redimirse. Se ha roto pues un paisaje y un paisanaje.
Luego, llegó la 'marijuanada' con su cuerpo místico y su mirada de cobra hipnotizadora. Y Cimavilla, una isla en sí misma habitada por playos, amigos, gente cachonda y sentimental, se llenó de traficantes bucaneros y de turba de plaza y botellón... Pero eso es otro estilo, otra clase, otra cosa con nuevas devociones nacionales.
¿Pero aquí todavía se pescan ballenas? (Tránsito de las Ballenas) -me pregunta un amigo forastero-. Aquí, amigo mío, ballenas, lo que se dice ballenas, algunas se cogían, aunque lo que más se pescaba eran unas merluzas cojonudas. Y seguimos rumbo con el fin de hacerle una visita a Jovellanos.
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