Conjeturas electorales
PLAZA MAYOR ·
El 28 de mayo de 2023 habrá elecciones autonómicas y municipales. En Asturias, a 287 días vista, ni las presuntas dotes adivinatorias de Aramís Fuster ... garantizarían un acierto rotundo sobre el resultado de los comicios. Se puede vaticinar, sin embargo, que la candidatura del PSOE, encabezada por Adrián Barbón, visto el elenco de rivales que presumiblemente le harán competencia en las urnas, ganaría, con posibilidad cierta, mediante alianzas, de gobernar, porque la mayoría absoluta parece inaccesible. No se trata de que Barbón habrá completado dentro de menos de doce meses una legislatura sobresaliente, porque apenas está siendo merecedora de aprobado (para los intereses de Gijón, un suspenso rotundo, como continuador de la trayectoria de postergación del concejo seguida por los ejecutivos regionales desde 2011) sino porque le favorece la inanidad de la oferta de la principal oposición, fiada al tirón de las siglas, sin tener en cuenta que Ayuso y sus extravagancias concurren por Madrid.
Si se desciende al ruedo municipal cabe barruntar, con posibilidades verosímiles de acierto, que no habrá cambios en las alcaldías de Oviedo, Avilés y Mieres. El caso de Gijón es una incógnita que ha llegado a un punto de no retorno. Si no prospera la petición de convocatoria de elecciones primarias, como paso previo a la elección de candidato o candidata a la alcaldía, el resultado equivaldría a un espaldarazo a Ana González en sus pretensiones de aspirar a un segundo mandato. Si, por el contrario, más de la mitad de los afiliados a la Agrupación Socialista de Gijón (PSOE), como es exigible, optaran por reclamar las elecciones primarias, no le quedaría a la alcaldesa otra salida que la renuncia a competir por renovar su candidatura, porque sería inverosímil, inexplicable, que una parte de quienes se han pronunciado por la posibilidad de cambiar de cabeza de lista electoral estuvieran, a la vez, a favor de la alcaldesa. Si están conformes con su gestión, carece de sentido que apoyen la posibilidad de un cambio en la alcaldía.
En el caso de que hubiera remoción en la presidencia del Ayuntamiento, el problema con que se encontraría el PSOE sería dar con un número uno para su candidatura que tuviera gancho electoral suficiente para compensar los inevitables daños colaterales que acarrearía el cambio. Alguien con gran capacidad de trabajo, conocedor profundo de la sociedad gijonesa y con gran arraigo en ella. Un mirlo blanco. Parte con la ventaja del amparo de unas siglas que constituyen en sí mismas un plus electoral. Pero las siglas no bastan.
Aunque tampoco se lo pondrían demasiado difícil en la batalla electoral. La anterior alcaldesa, Carmen Moriyón, acaba de postularse como posible candidata en 2023; es decir, no rechaza esa posibilidad, aunque la supedita a que se den condiciones que solo ella parece conocer. Podrá ofrecer, como resultado de sus ocho años de mandato, la parálisis total. Nada. Pero tendrá que repartir los dudosos méritos de esa inacción con Jesús Martínez, concejal de Foro que todavía el mes pasado se ofreció como candidato el año que viene a la presidencia de la corporación municipal. Igual en Foro son también adictos al vicio democrático de las elecciones primarias...
IU, repita o no como cabeza de lista Aurelio Martín, siempre será un aliado con quien entenderse, mientras que Ciudadanos está en fase de desguace; para adivinar lo que pasará con la versión local de Podemos es necesario estudiar una carrera universitaria, o por lo menos, un ciclo superior de FP, y Vox, lo que digan en Madrid.
Queda el PP. Todos los indicios apuntan a que Pablo González quiere ser candidato a la alcaldía de Gijón. Entre sus méritos figura un rápido viaje de ida y vuelta -apenas duró medio año- del PP a Foro y de Foro al PP, prueba de la firmeza de sus convicciones, y la defensa de la tauromaquia en Gijón, a la vez que calla como un afogáu en Oviedo cuando Canteli afirma, rotundo: «Mientras yo sea alcalde no habrá toros en Oviedo». ¡Olé!
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