Aquel que tenga el control, tendrá el poder
También a un determinado ala de la izquierda le gusta lo de tutelar y vedar, porque prohibir cautiva, y mucho. Porque prohibir facilita el trabajo y hace que gobernar resulte más sencillo
Mientras escribo estas líneas, de vez en cuando, echo un vistazo a las estanterías de mi biblioteca. Tengo cientos de libros. ¿Cuántos exactamente? Lo cierto ... es que no lo sé, no los he contado, aunque no son o están todos los que me gustaría. Ay, si yo pudiera tenerlos todos, pero es una quimera, una ilusión.
«Yo soy un sueño, un imposible,/ vano fantasma de niebla y luz;/ soy incorpórea, soy intangible;/ no puedo amarte./-¡Oh, ven; ven tú!» (Rima XI. Bécquer).
Tendría que ser millonaria y vivir, en realidad, eternamente. Ser capaz de doblar el tiempo, alargarlo, jugar con él como lo hace Nolan en algunas de sus películas, para poder tenerlos y leerlos todos. Pero es imposible e incontables obras se perderán en ese tiempo que no puedo someter. En ese tiempo que se me va de las manos, que se escabulle y no vuelve, nunca vuelve, no lo olviden. Puede parecer, en ocasiones, que el tiempo actual es como un tiempo vivido en algún momento del pasado, pero no lo es. No hay nada más tramposo que la nostalgia y la memoria selectiva que esta nos crea, tanto para bien como para mal. Tiempo que es vida. Vida que es tiempo y que me he propuesto no perder o solo perderlo si yo así lo deseo.
Como les decía, en mis estanterías hay cientos de libros. Los hay de todo tipo y condición. Nuevos, viejos, actuales y antediluvianos. Novelas, cuentos, ensayos, manuales y libros de texto. Y de todos los géneros que se les ocurran. Sí, de esos en los que están pensando, también. Alguno o más de uno, quién sabe, porque, ¿de qué género hablamos?
Escribo estas líneas, miro mis libros y pienso en todas las vidas que he vivido gracias a ellos. Buenas y malas vidas, que de todo hay, claro; y buenos y malos ratos. Y pienso en que tengo, quién me lo iba a decir, libros prohibidos. Sí, prohibidos. Vedados por gobernantes cortos de miras y de mente estrecha. Majaderos, simples e ignorantes. En EE.UU., al parecer, hay estados y condados controlados por el Partido Republicano donde se prohíben libros. ¿Motivos? Sexo, pedofilia, muerte, incesto, asesinato, sodomía, adulterio, control de género y un sinfín de porqués más por los que algunos memos creen que es bueno prohibir libros. Prohibir. No educar y explicar, sino prohibir. Directamente. Se ve que prefieren tutelar antes que educar. Lo curioso es que si somos honestos y serios, esas mismas características que algunos aluden para vedar según qué libros, como 'El dios de las pequeñas cosas', de Arundhati Roy; 'El guardián entre el centeno', de J.D. Salinger, o 'Lolita', de Vladimir Nabokov, servirían para prohibir 'ipso facto' uno de los libros más vendidos del mundo: 'La Biblia'. Solo en el Antiguo Testamento ya tenemos todas esas particularidades y alguna más. Cabezas cortadas, concubinas violadas y desmembradas, aniquilaciones de ciudades enteras...
Escribo estas líneas, miro mis libros y pienso en lo necios que son algunos. Afortunadamente, no todos son unos talibanes dispuestos a quemar obras para imponer su visión del mundo y, por ejemplo, la biblioteca pública de Nueva York regala libros vedados en esos estados; no obstante, este tipo de actitudes, las de prohibir, cada vez más frecuentes, me producen tanta tristeza como miedo. Miedo del de verdad. Auténtico. De ese que es un aviso. Una advertencia que nos debería servir para entender que no tardará en llegar aquí cosa parecida, porque cuando hablo de imponer su visión del mundo no se piensen que esto solo atañe a la derecha política, tradicionalmente más religiosa y autoritaria. También a un determinado ala de la izquierda le gusta lo de tutelar y vedar porque prohibir cautiva, y mucho. Porque prohibir facilita el trabajo y hace que gobernar resulte más sencillo. Porque prohibir elimina la esperanza y «el humano sin esperanzas es fácil de controlar y aquel que tenga el control, tendrá el poder». ('La historia interminable'. Michael Ende)
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