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¿Para cuándo el debate sobre monarquía o república?

Ni siquiera un 10% de la población actual aprobó como forma de Estado la monarquía parlamentaria

Sábado, 19 de febrero 2022, 01:27

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Los sistemas tienden a protegerse a sí mismos. Los cambios importantes a veces han supuesto rupturas, guerras o revoluciones. Pero también hay muros que se ... derrumbaron en silencio, fronteras que de pronto se desvanecieron, parlamentos que un día abrieron las cerraduras oxidadas de sus puertas. En nuestro país hubo un cambio notable cuando de un sistema dictatorial se pasó al parlamentarismo democrático. Lo llamaron transición. Los asociados de la dictadura aprovecharon la euforia del cambio para introducir en la nueva constitución como forma de estado la monarquía parlamentaria. Los nostálgicos de la vieja y triste tiranía, apoyados por los entusiastas y alborozados militantes del cambio, blindaron suficientemente la definición de la jefatura del Estado para que no pudiera ser modificada por el repentino alarde democrático de las generaciones venideras. El monarca nombrado por el tirano, con la intención tal vez de que fuera su sucesor en ideas y comportamientos, fue revestido de legalidad por la nueva democracia. Unos años después hubo un golpe de estado de los militares insatisfechos, y el Rey, aunque tarde, salió a rechazar el levantamiento ilegal y a confesar su lealtad a la democracia que lo había legitimado. El Rey no hizo otra cosa que cumplir con su obligación y ejercer su función. Sin embargo, su actitud fue considerada por muchos como un acto de heroísmo, como algo extraordinario que vino a salvarnos de las fauces de la tiranía y del caos. Ese Rey admirado, pasados los años, se nos mostró como un hombre ruin, desleal, corrupto y de vida nada edificante. Mas no debe una jefatura de Estado, como fórmula de gobierno o representación, sostenerse por la peculiar forma de actuar o de pensar del individuo que en un momento determinado ocupe tal dignidad. Lo que ocurre es que la monarquía, por propia definición, atribuye tal dignidad o función al heredero, tenga éste más o menos moralidad o goce de mayor o menor instrucción o talento.

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